Alianzas destructoras y la equivocación con Siria

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Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Lo de Siria es una insurrección planificada con tiempo y con anticipación a las protestas espontáneas. Es la única forma de encontrar una explicación a la acelerada instalación de las redes terroristas internacionales que están ocupando un rol central en la desestabilización del gobierno Sirio.

Las manifestaciones por más libertades políticas que aparecieron a comienzos de 2011 en Siria, se producen cuando el gobierno había fortalecido su credibilidad internacional, encausaba un proceso económico más integrado a la globalización con un aumento de la inversión extranjera y por sobretodo había abierto un camino de reformas políticas. Con bastante anterioridad a las llamadas “primaveras árabes”, el gobierno sirio estaba encaminado a una reforma profunda. ¿Por qué entonces, se desata a partir de esas primeras manifestaciones un plan acelerado para derrocar al gobierno?

La pregunta puede resultar ingenua porque derrocar el gobierno Sirio y desintegrar Siria como estado fue una meta latente en la agenda de EEUU y la Alianza Transatlántica.

La nación que ha sido fundamental para mantener los equilibrios en la zona y que está acosada por hordas de terroristas ya se adaptaba a una conducta internacional de retracción. La prueba es el retiro de las tropas sirias en 2006 que ocupaban El Líbano para la pacificación después de la guerra. 

La aceleración de derrocar un gobierno a partir del enfrentamiento armado, corresponde a una confusa estrategia por parte de los países de una alianza espuria. Este es el término exacto porque en ella se entrelazan interesados de diverso calibre y calaña. La lista es por lo demás curiosa porque no se trata de un nuevo internacionalismo, sino que es un compromiso instrumental por la coyuntura de derribar al gobierno sirio.

En esta alianza para derrocar al gobierno se encuentran transnacionales acopladas a la OTAN interesadas en el gas de la costa oriental del mediterráneo y norte de Siria, pasando por países con avidez por recursos energéticos y liquidez como es el caso de Turquía, Israel, las monarquías del Golfo Pérsico. Estas naciones cumplen el rol de los encomendados de la Alianza mayor que es la Transatlántica con EEUU y una insólita Francia con un presidente socialista como François Hollande optando por el intervencionismo.

Esta alianza es la principal responsable de lo que sucede en Siria. Es así que este bando está obligado a demonizar al gobierno de Assad para justificar la actual orgía de terror. El papel que juegan los medios en esta operación ha sido fundamental. La prensa anglo-americana y francesa en especial ha llegado al nivel de lo grotesco incitando a más violencia terrorista. Nussaibah Younis, un especialista en Irak, con residencia académica en Harvard, EEUU, desde una columna del New York Times recomienda al próximo presidente de EEUU presionar a Irak para suspender el supuesto suministro armas al Ejército Sirio, pero lo que es más grave, recomienda derrocar el gobierno en Siria.

En la práctica instiga a que el terrorismo se sienta respaldado y arrecie con más virulencia. En The New York Times (Neil Mac Farquhar, Octubre) contribuye a demonizar al “régimen sirio” como si fuera el exclusivo responsable de la situación. The Guardian, Jonathan Freeland (Octubre) también estigmatiza al gobierno de Assad. Al omitir los atentados terroristas como causantes principales de las víctimas fatales incita a mayor terrorismo y promueve directamente la intervención militar.

El terrorismo en Siria es una importación de una alianza circunstancial de países formada con un plan específico para derrocar al gobierno. El núcleo de ese plan, al no poder contar Estados Unidos, Francia y el Reino Unido con el apoyo de la ONU para la intervención militar -por el veto de China y Rusia en el Consejo de Seguridad-, fue darle luz verde a la infiltración de terroristas.

En esta infiltración se destaca principalmente Turquía, que por una presión de la Alianza Transatlántica ha debido asumir un rol subrogante. En una región en la cual las heridas infringidas por el Imperio Turco Otomano están aun muy abiertas, el pretendido liderazgo de Turquía no tiene muchas ventajas excepto en el uso de la fuerza.

Turquía ha perdido la brújula política sobre todo en la noción del largo plazo y el rol que le corresponde, no como un país sirviente a la OTAN, sino como una nación independiente, no alineada y que debería cumplir un rol de construcción de alianzas regionales, contribuyendo a un internacionalismo moderno y progresista donde no existan supremacías excluyentes y destructoras. Nada de esto parece interesarle a Turquía bajo la actual administración y que el liderazgo del Partido Republicano del Pueblo de Turquía se le ha hecho ver en todos los tonos, al manifestarse contrario a la intervención militar en Siria y derrocar su gobierno.    

Los intereses de las transnacionales y particularmente la disponibilidad financiera de los países del golfo pérsico con sus fortunas petroleras están presionando la conducta exterior de los países. El acoso o la presión del lobby contra Siria, llegó a América del Sur. En el congreso en Chile se habría aprobado una resolución para romper relaciones con Siria, como ha sido discutida también en los parlamentos de Argentina, Brasil y Uruguay iniciativas similares.

El plan de Qatar de invertir en Ecuador es significativo hasta el punto de que el Gobierno de Rafael Correa ha adoptado en la Asamblea General de la ONU del 19 de julio un voto de abstención a la declaración que condenaba a Siria unilateralmente y que promovía en su redacción la intervención militar. En la región, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela se opusieron. 

Siria no tiene una tradición de cultura terrorista y más bien es una nación construida en base a las ideas y la laboriosidad de su población y no exhibe el derrotero de las escuelas de terrorismo religioso montadas por Estados Unidos en Afganistán y Pakistán para combatir la ocupación soviética de la década de 1980. Por su naturaleza multi religiosa, la nación siria no es un campo fértil al desarrollo del sectarismo religioso o la instalación de las vertientes Jihad o de la Hermandad Musulmana.

El gran mérito de Siria es haber consolidado la nación por el camino de la construcción de un Estado laico e incluyente de todas las religiones y culturas, y con un particular énfasis en la cultura árabe y su lengua sin encerrarlas en la lógica religiosa y con claves de desarrollo con respetables grados de autonomía. Esto es lo que se quiere destruir con el envío de terroristas a Siria para derrocar su gobierno. 

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