Publicado en Debates estratégicos, Educación
El siguiente texto fue escrito a raíz de la participación en el Encuentro por una Agenda del Pueblo Trabajador, realizado el pasado 15 de junio en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Uno de los momentos de la jornada consistió en un trabajo en cuatro comisiones temáticas, pensadas en torno a aspectos centrales e integrales de una alternativa política, buscando ubicar debates urgentes y necesarios: a- Vida, Soberanía, Autodeterminación de los Pueblos; b- Trabajo, Salud, Educación y Vivienda; c- Plan estratégico y modelo productivo; y d- Democracia y Estado.
Las reflexiones que siguen a continuación surgen a partir del intercambio en la comisión sobre Trabajo, Salud, Educación y Vivienda.
Del ministerio del capital humano a la organización del pueblo para el buen vivir
Entre bromas y chistes llamamos a nuestra comisión “Pettovello” o “comisión del ministerio del capital humano”. Dicen que toda broma tiene una base de verdad y este caso no pareciera escapar a la regla: estábamos pensando el ministerio para sostener[1] la vida. El capitalismo no sólo debe reproducirse en términos económicos, requiere reproducir la vida; ciertos marcos que le permitan pervivir asegurando la reproducción de la vida. Este gobierno pareciera tenerlo ideológicamente claro cuando hace un remixado de un concepto de la década de los 60, como es el de capital humano, incluyendo allí a todas las áreas que tienen que ver con esta reproducción. Sin embargo, estamos ante otro capitalismo, ante un capitalismo caníbal en términos de Nancy Fraser, que avanza contra las mismas bases de su reproducción social.
Pensar la educación, la salud, la vivienda, las condiciones de trabajo es pensar entonces una agenda del pueblo trabajador que asegure la vida en términos de la vida misma y no de la ganancia; que enfrente de manera clara y decidida el canibalismo propio de esta etapa. Las modas terminológicas pasan, el tiempo corre y los conceptos son devorados por la novedad; en el mientras tanto no se me ocurre otro concepto para sintetizar lo debatido en esta comisión que el de buen vivir. Es un concepto provisorio que nos permite alimentar con deseo las luchas en el cotidiano más básico, escondido y vital; y, a su vez, nos ofrece un horizonte claro en el largo plazo, sobre qué tipo de sociedad queremos. El nuestro sería una especie de ministerio de la comunidad humana y del buen vivir. Este ministerio, que etimológicamente quiere decir servicio, parte de que una humanidad que se precie como tal debe asegurar una vida plena para todes, en todas sus dimensiones; con el imperativo categórico de comenzar con nuestros viejos, enfermos, niñes y personas con discapacidad, es decir, con esas vidas que por alguna razón no aportan a la maximización de la riqueza ¿Cómo sería una sociedad así? ¿Qué criterios de justicia nos deberían guiar?
Esto necesariamente requiere pensar una sociedad en términos socialistas. Si algo tiene esta derecha es que reconoce a su enemigo con claridad, no es una hipérbole discursiva, no es un exceso: el socialismo es su verdadero enemigo. Esta derecha nos puso en escena, nos salió a pelear de frente, nos nombró, con mucha más fuerza que con la que nosotros mismos nos nombramos, con mucho más temor del que nosotros mismos inspiramos. Tener una agenda propia urge más que nunca y esto implica construir una narrativa propia anclada en la memoria y las experiencias históricas. No acuerdo, en general, que estemos de acuerdo en el QUÉ o que ya sepamos el QUÉ y que sólo nos falta el CÓMO, cuestión ésta que se repitió bastante en la comisión. El QUÉ supone un adecuado diagnóstico, un balance, una construcción de los problemas y de las categorías nuevas y viejas –resignificadas- que lo aborden para poder presentarlos como demanda. No alcanza con decir que nuestro horizonte es el socialismo. Creo que uno de los problemas que hemos tenido es no tener un QUÉ propio y ser furgón de una narrativa progresista que se ha construido desde una agenda identitaria que funciona automáticamente bajo la antinomia: estado-mercado. Es una obviedad pero el estado, en sus distintas versiones, no constituye la oposición al mercado sino una de las condiciones esenciales de su reproducción. Con esto, no decimos que todo es lo mismo, solo que garantizar la reproducción capitalismo requiere para su sustentación la reproducción de la vida y de cuidados no ligados directamente y en principio a lo meramente mercantil. En esta tarea el estado es central, fundamentalmente en las áreas trabajadas en la comisión. Haciendo un breve recorrido, en etapas, podemos decir que pasamos de un estado de bienestar fuerte – con tradición en la Argentina-, a uno de inclusión-precaria en estas últimas décadas; para empezar a explorar en estos últimos años formas de un estado que sólo garantiza la subsistencia, la migaja y, en muchos casos, el abandono completo a la suerte propia en la reproducción de la vida. (Este gobierno lo expresa sin velos). Es decir, estamos en una etapa del capitalismo que avanza sobre las mismas condiciones de reproducción de la vida y sus bases de su sustentación, en una profundización de una deriva de necropolítica, en donde los discursos del estado, los derechos y la democracia conocidos son puestos en cuestión y devorados por este capitalismo neofascista.
Por eso, en principio, tal vez sea necesario romper con la ilusión nostálgica del estado que no va a salvar, en la lógica del estado de bienestar o el capitalismo con rostro humano; que de haberlo tenido alguna vez, pareciera que llegó el momento del retiro de la máscara. A esta ilusión, se suma la omnipotencia de que desde estas áreas y políticas de reconocimiento se van a resolver los problemas sistémicos del capitalismo que nos superan ampliamente. Esto adquiere su dimensión patética, por ejemplo, cuando desde las escuelas defendemos políticas públicas de enseñanza desde la perspectiva de derecho, la defensa ambiental o de la vida humana mientras ese mismo estado precariza al que enseña, entrega recursos o construye su modelo productivo desde una matriz extractivista. A la nostalgia y a la omnipotencia se suma el arribismo como única opción política estadocéntrica, llevándonos a creer que en el estado, la elaboración de sus leyes y la ocupación de sus cargos se encuentra la única herramienta de transformación, sintetizado esto magníficamente en la ya olvidada frase: “No es milagro, es el estado”. Pero, ya tuvimos bastante de esto en estas últimas décadas bajo lo que llamo estado de inclusión- precaria que termina en la trinchera resumiéndose en: “hacer lo que se pueda, con lo que se pueda, ocupando la mayor cantidad de cargos, en nombre del proyecto”. Esto llevó, por ejemplo, a trabajar en ministerios con excelencia discursiva, asumiendo la implosión social sin recursos, con cargos precarios, sobrecarga laboral y burocracia excesiva como forma de domesticación del conflicto; todo mientras los conductores de turno, con cara descansada, nos dicen que el “estado te cuida”, justificando todo para no hacerle el juego a la derecha, enumerando leyes con claridad meridiana… Leyes que revindicamos, pero que terminan siendo una trampa de impotencia en tanto no contempla la participación real de los usuarios, les trabajadores y las condiciones materiales que las posibiliten. Lo sabemos por experiencia: la contracara de esta ilusión, omnipotencia, posible error político-arribismo es la desilusión y la impotencia; un rompimiento y desgaste progresivo de las subjetividades que resisten y creen en eso que se llama transformación; haciendo que la gente se refugie en el fuero interno. Ante lo cual nuestros cuadros burócratas de turno solo dirán: “no nos da la correlación de fuerzas, la gente no quiere participar”; profundizando, en círculo vicioso, el proceso de desmovilización.
El horizonte por la negativa es claro: ya no hay parche que alcance, llegamos a un punto en que no es posible seguir con la política de la simulación. Este fracaso lejos de abrirnos una posibilidad a la transformación nos encapsuló en el individualismo del sálvese quien pueda. El capital lo sabe y exacerba esa impotencia, ese miedo, ese tanatos; por eso va a un escenario de guerra de todo o nada, donde una democracia débil y derrotada parece ser devorada. Este pareciera no ser un problema sólo argentino. El orden nacido pos segunda guerra mundial en el mundo tambalea más que nunca. La agenda del estado bienestar, asumida de distintas formas progresismo e izquierdas, especialmente pos caída muro Berlín, como posibilismo, pareciera estar acabada. Estas afirmaciones grandilocuentes pueden encontrar su confirmación si recorremos un hospital, una escuela pública, un centro de primera infancia, de salud mental o de personas con discapacidad, ni hablar lo relacionado con nuestras vejeces. Una implosión naturalizada, continúa, anómica, silenciosa, fragmentada, acontece en las grandes urbes y parece no tener fondo ¿Cómo sostener que el estado te cuida o te cuidará? Ante tales relatos desfondados avanza una ultraderecha brutal que aprovecha ese agotamiento y miedo social. No percibir este nivel de implosión social, por ejemplo, en el estado bonaerense, y seguir sosteniendo-justificando esta lógica estadocéntrica solo hará que se profundice la burocracia como negación del conflicto y abonará el terreno para el crecimiento del microfascismo social. Lamentablemente el modelo progresista de la provincia de Buenos Aires sólo cierra con burocracia. Un signo de esto es el empobrecimiento ético-político-intelectual de todos los cuadros de conducción, desde los más insignificantes a los más relevantes, donde rige de manera asfixiante y banal la lógica de “la bajada de lo que viene de arriba”. Hay que cambiar la retórica compañeres: ya no alcanza con decir “vamos a volver”, es necesario pasar al “vamos a transformar”. Ahora que el progresismo se volvió Bergogliano sería necesario recordar la máxima cristiana que señala que “el que quiera mandar se haga el último sirviendo”. Nosotres se lo podemos traducir: mandar obedeciendo… ese tipo de autoridad no cabe dentro de un reglamento o de liderazgos verticales.
La necropolítica es la deriva acentuada de este capitalismo. El socialismo se ha convertido en una búsqueda y una necesidad vital. La lucha es en términos de vida o muerte. Entre las fuerzas alienantes del cielo y las fuerzas vitales de la tierra. La vida es tiempo, las soluciones son tiempo, la complejidad de la resolución de los problemas son tiempo. Desde Marx sabemos que el capitalismo vive cual vampiro, como muerto vivo, consumiendo nuestra sangre-tiempo vital. Amplios sectores son hoy prescindibles, fácilmente reemplazables o rápidamente descartables en función de la necesidad de su tiempo, que siempre debe estar disponible o medible en términos de producción de valor. En los hospitales públicos se debe esperar meses y hacer colas eternas para un turno que cuando llega, a veces es tarde… una mamá de un niñe con discapacidad convierte su vida en un trámite interminable para un servicio que está roto. A la educación cada día le cuesta más ser un tiempo totalmente liberado para que nuestras niñeces puedan pensar, jugar, desear, hacer poesía porque la escuela está sometida a la precariedad, la fragmentación y la incertidumbre absoluta… y qué decir de la temporalidad de los jóvenes que cruzan la ciudad con sus motos y bicicletas intentando ganar un mango en la cultura rapi…. La vida, la vincularidad, el cuidado son antónimos del rapi-capital ¿Alguna vez no lo fue? Lo que queda claro es que si lo fue, ese tiempo terminó. Nuestros jóvenes lo saben mejor que nadie y sus opciones no son producto de un engaño.
Lo dicho de ninguna manera significa abandonar la lucha por esos parches, por lo que queda de ese estado de bienestar o de inclusión precaria, por la reivindicación de las leyes vigentes, por ese buen sentido que se despliega en las personas que dejan girones de su vida en las aulas, hospitales, centros de día, comedores… La vida sigue latiendo esperanza por miles de personas que ponen su cuerpo, su tiempo, su sangre, su sensibilidad… Personas que se viven rompiendo día a día. Sabemos que quien cuida, cura, educa, protege son esos comunes-públicos, a pesar de las burocracias del estado y su propio reloj de arena, sin arena… pero, ¿quién cuida a los que cuidan? Defender lo común de eso que llamamos estatal, sabiendo que ese estado por sí mismo y, en su lógica de reproducción del capital, hoy es un estado de migajas que caen de la mesa de la opulencia descarada. Por eso es necesario construir, unir, fortalecer, cuidar esos espacios comunes-públicos de esos seres expuestos sin cálculo. Algunas tareas, entre tantas, es generar un horizonte que permita abrigar esas esperanzas hechas praxis, es generar una agenda desde esas palabras habitadas, es generar nuevas autoridades y referencias colectivas desde esos espacios vitales.
La lucha es por una materialidad y por espacios distintos, y esa lucha implica gestar tiempo libre para pensar, para crear, sentir, compadecer, amar, duelar, resistir, gozar; en definitiva generar tiempo es gestar vida. Por eso es necesario sumarse a toda lucha por la reducción de jornada laboral, reparto de trabajo, estabilidad laboral que genere certidumbre vital para el cuidado propio y del otro. No puede existir educación, salud, cuidado, vida sin tiempo para detenerse, esperar y cuidar. El tiempo es el oxígeno de eso que llamamos humano, sin ello sólo queda la degradación y crueldad. Más que nunca es necesario exponer la contradicción del capital que nos repite como mantra que debemos trabajar, prepararnos, educarnos, capacitarnos, actualizarnos, estar disponibles, ser flexibles para ser productivos, exitosos… y al mismo tiempo decirnos que 3 de cada 4 trabajos desaparecerán en las próximas décadas.
Pensar esta lucha en términos vitales requiere volver hablar desde el llano, con un diálogo político auténtico que abandone las lógicas instrumentales de la construcción de la orga o la defensa del puesto en el estado. Un diálogo que desnude y abandone todo burocratismo. Un debate amplio, serio, masivo que también pueda construir nuevos liderazgos y referencias que permitan comunicar y contagiar con claridad y honestidad. Que pueda poner en escena, sin una racionalidad de cálculos, alguna de las siguientes preguntas:
¿Por qué un jubilado no puede disfrutar su tiempo que pasa a ser tiempo muerto o de escases? ¿Qué nos pasa con nuestra vejez o la de nuestros padres o madres? ¿Qué malabares vitales debemos sortear para lograr nuestra sobrevivencia como familia? ¿Qué pasa con un viejo cuando cae en el sistema de salud? ¿Qué implica tener sólo fuerza de trabajo y estar enfermo? ¿Qué significa no tener una obra social? ¿Y qué significa tener una? ¿Por qué son tan desiguales? ¿Hasta dónde nos ha penetrado la idea de salud como una mercancía? “Nada es gratis” nos dicen, morite tranquilo con esa reflexión. ¿Qué le pasa a al sistema público de salud sobrecargado? ¿Qué le pasa a un docente que tiene que trabajar dos cargos? ¿Y a uno que tiene que trabajar tres? Una maestra dice que en sus ratos libres es Uber, y eso pasa… ¿Qué pasa cuando un pobre es judicializado? ¿Hay una condena mayor a la pobreza que la cárcel? ¿Quién cuida a los que cuida? ¿Quién cuida? ¿Quién cura? ¿Quién educa? ¿Qué pasa con la salud mental? ¿Cómo instalar estos temas como problemas políticos? ¿Por qué mientras algunos pocos saben que sus tierras atraviesan el espacio desde atlántico al pacífico, nuestres pibes están convencidos que serán inquilinos eternos? ¿Por qué en el país de la tierra no poder tener un terrenito con un árbol? ¿Existe el derecho al árbol? ¿Por qué el hambre en el país del alimento? ¿Por qué muchos comederos residuales y no mesas de comida compartida? ¿Por qué mientras se les aseguran millones de litros agua por día a las mineras hay barrios sin agua en las grandes urbes? ¡Sin agua! ¿Cuándo tiempo cómo ganado se viaja para llegar al trabajo? ¿Cuántos ansiolíticos y antidepresivos tomamos para soportar todo esto? ¿Es la salud mental un problema privado? Si el mérito funciona: ¿por qué una persona que viaja 2 o 3 horas, para trabajar 8 horas o más, en negro, cada día es más pobre? ¿Por qué nuestres niñes no pueden tener un centro deportivo, con piletas y canchas de deportes? ¿Por qué tan desiguales nuestros niñes que son tan iguales en las leyes? ¿Por qué pasantía en el exterior y proyectos de huertas con instructores que hablan en inglés para algunes… y trayectos fines o aulas de aceleración para las mayorías? ¿Por qué nuestras escuelas tan feas y tan rotas? ¿Por qué siempre tanta mierda y fealdad de la cual debemos estar agradecidos? ¿Por qué la belleza pareciera ser siempre un lujo? ¿Por qué ante tamañas injusticias creemos que nada va a cambiar? ¿Por qué sentirnos tan afuera de las decisiones sobre nuestras vidas? Preguntas simples, vitales, como humanos ante humanos, que debemos volver a realizar e instalar en la agenda pública. En definitiva: ¿Por qué vivimos tan mal? ¿Cómo podemos vivir mejor?
* Imagen de portada: Quien sostiene la vida. Madrid, Spain. Henar Diez Villahoz.
Descripción de la imagen. La calle financiera está vacía y la bolsa ha caído en picada. En los barrios se organizan redes de solidaridad y se llama a la defensa de la sanidad pública, colapsada por los recortes presupuestarios. Al frente, están les trabajadores precarizades quienes continúan realizando tareas de reparto, alimentación y limpieza para sostener la vida.
[1] La palabra “sostener” viene del latín sustinere y significa “afirmar, sujetar desde abajo”
* El autor pertenece a la agrupación docente El Bondi – La Plata