“Por la segunda y definitiva independencia”

 
 
 
“Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse…
el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es…”
José Martí, Nuestra América
 
Este año se cumplen 200 años de independencia de nuestro país. 200 años de aquel Congreso de Tucumán que declaró la independencia. 200 años desde aquel momento donde se disputaron proyectos políticos diferentes para construir nuestra Patria. Este año nos encuentra a su vez ante una fuerte avanzada de la derecha y del imperialismo norteamericano en Nuestra América. El significado de la independencia se reactualiza ante los proyectos de subordinación en curso. La realidad actual a la vez muestra lo efímero y lo estéril de los festejos de la revolución de mayo y de la independencia como hecho consumado. Este aniversario es una buena oportunidad para seguir discutiendo la necesidad de la revolución y de la unidad del pueblo trabajador de toda Nuestra América. A 200 años, está más vigente que nunca la necesidad de avanzar sobre la segunda y definitiva independencia, que no es otra cosa que la necesidad de construir la Patria Socialista.
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La apropiación que hacemos (o dejamos de hacer) de la Historia tiene una importancia política práctica: señalar desde dónde nos paramos para construir nuestro proyecto revolucionario. La filosofía de la praxis nos señala que toda nuestra acción tiene que estar apuntada a la transformación revolucionaria de la sociedad en que vivimos. También nos  ha enseñado que no debemos negar las contradicciones de la sociedad, ni las evidentes, ni las que nos resultan problemáticas o incómodas. Que debemos buscar en cada momento de la historia los elementos que nos sirvan para potenciar nuestra lucha revolucionaria.
 
Es con esta inquietud con la que miramos la Historia. Disputamos la historia con las mismas fuerzas que peleamos el presente para construir un sociedad socialista en el futuro. Es por esto que los 200 años de independencia de nuestro país son una buena oportunidad para disputar el pasado que muchos se han querido apropiar para justificar este presente.
 
Somos internacionalistas y desde esa posición revindicamos nuestro derecho a conquistar la Patria a través de la revolución. Como decía el cubano Mella: “No es necesario para ser internacionalista odiar el suelo en que se nace, olvidarlo, despreciarlo y atacarlo. Así afirman estúpidamente las plumas reaccionarias y mercenarias que somos los internacionalistas de hoy, los revolucionarios del proletariado. No. Internacionalismo significa, en primer término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista y, conjuntamente, solidaridad, unión estrecha con los oprimidos de las demás naciones.”[1]
 
La Independencia de nuestra Patria es un momento clave de nuestra historia. Confluyen allí las luchas de resistencia y anticolonialistas de nuestro continente. Disputan allí diversos proyectos políticos: el de los colonialistas, el de los terratenientes y comerciantes criollos cuyos anhelos son el librecomercio y mudar de tiranos “sin destruir la tiranía”, como lo buscase Rivadavia y su intención de entregar la naciente Patria en manos inglesas;  y el de los sectores más radicales del proceso revolucionario: Moreno, San Martín, Castelli, Monteagudo, Belgrano, Güemes, French, Artigas, Azurduy, Padilla, y un largo etcétera… que se ponen al frente de una verdadera revolución anticolonial, popular y democrática. La insistencia y presión de este sector, con San Martín a la cabeza, para que el 9 de Julio se declarase la Independencia política de España y toda dominación extranjera contrasta con las dudas y reacción del comercio porteño y de otros puertos del continente, que apuntaban contra la península Ibérica pero no contra otros centros mundiales.
 
No podemos más que sentirnos continuadores de esa ala radical, jacobina, decidida a tomar el cielo por asalto e incendiar el mundo si esto era preciso para poner fin a la esclavitud, a la mita indígena, a la legislación racista, a las torturas, a los títulos nobiliarios, a poner la educación y la cultura al alcance de todos. Su mirada del proceso revolucionario combinaba la independencia política, la reforma social, la concepción del protagonismo del pueblo a partir del principio de soberanía popular, la meta de la felicidad colectiva y la construcción de la Patria Grande.
 
Recoger las espadas de entre los escombros…
 
La generación de la Independencia asumió su tarea histórica y busco llevarla a cabo hasta el final, es decir, fueron revolucionarios en el sentido más cabal de la palabra. Domingo French, uno de los integrantes de dicha ala, diría: “Este mundo es nuestro mundo; este país, nuestro país; esta sociedad, nuestra sociedad: ¿quién tomará la palabra si no la tomamos nosotros? ¿Quién pasará a la acción si no somos nosotros?” Para ellos, lo importante no eran los egos personales, sino la realización del plan. Conscientes de la dificultad de romper relaciones rápidamente con la corona española, tenían la certeza de que la ruptura definitiva con España solo era posible yendo a fondo con las reformas sociales y con la utilización de todos los métodos necesarios para cumplir la tarea. Moreno decía al respecto: “La moderación fuera de tiempo no es cordura, ni es una verdad; al contrario, es una debilidad.”
 
De esta forma, los revolucionarios emprendieron una guerra de independencia que rápidamente se transformó en guerra de liberación y en un mismo movimiento en guerra civil. “Firmeza y coraje, mis caros compatriotas: vamos a ser independientes o morir como héroes, imitando a los Guatimozines y Atahualpas” escribía Monteagudo ya en 1812.
 
Esta guerra de liberación fue una obra continental, muestra de que los revolucionarios de la independencia tuvieron una conciencia clara de cuál era la Patria a liberar. Tuvieron un sentido estratégico verdaderamente admirable. El Che lo explicaba en pocas palabras: “Y los ejércitos argentinos cruzaron los Andes para ayudar a la liberación de otros pueblos. Y cuando se recuerda las gestas libertadoras, siempre nuestro orgullo más que el haber obtenido la libertad de nuestro territorio, y haber sabido defenderlo de la intrusión de la fuerza realista, es el haber cooperado a la liberación de Chile y a la liberación del Perú con nuestras fuerzas, con nuestros ejércitos. Aquello era más que un altruismo de las fuerzas revolucionarias, era una necesidad imperiosa, era el dictado de la estrategia militar para obtener una victoria de alcances continentales, donde no podía haber victorias parciales, donde no podía haber otro resultado que el triunfo total o la derrota total de las ideas revolucionarias”[2].
 
La guerra civil de Independencia llevó como bandera medidas de Reforma Social que apuntan hacia la base de la sociedad colonial. Terminar con la esclavitud y con la servidumbre indígena, reconocer los derechos de los pueblos originarios sobre sus tierras, proteger el desarrollo de la manufactura local, etc. En definitiva estas medidas sociales y económicas en conjunto con la decisión de conquistar la Independencia y la Soberanía Política respecto de España” y de toda potencia extranjera” van a ser el verdadero programa, que adquiere apoyo y carácter popular. Es el parte aguas del  proceso que va a marcar quiénes están de un lado y quiénes están del otro. En palabras de San Martín, quiénes están a favor del partido americano, y quienes están a favor de los maturrangos.
 
Muchos protagonistas de la gesta de independencia condenaron el accionar de los españoles contra los pueblos originarios en la historia americana y reafirmaron los derechos de estos sobre las tierras que vivimos. San Martín fue muy claro al respecto cuando les dijo a los indios Pehuenches: “Los he convocado para hacerles saber que los españoles van a pasar del Chile con su ejército para matar a todos los indios, y robarles sus mujeres e hijos. En vista de ello y como yo también soy indio voy a acabar con los godos que les han robado a ustedes las tierras de sus antepasados, y para ello pasaré los Andes con mi ejército y con estos cañones… Debemos pasar por los Andes por el Sur, pero necesito para ello licencia de ustedes que son los dueños del país”[3].
 
No fue solo reafirmar el derecho de los pueblos a estas tierras y condenar el accionar español, sino señalar el hilo de continuidad entre las luchas anticolonialistas de los pueblos originarios contra los españoles y la gesta independentista. Es por ello que el sector más radical de la revolución propondrá en el Congreso de 1816 la construcción del “Incanato Unido de Sudamérica”, con el hermano de Túpac Amaru II, Juan Bautista, como Inca. Y Cuzco como capital…
 
Por último, y como un elemento menos rescatado por las distintas historiografías, es el elemento organizativo. Los revolucionarios de la Independencia tenían en claro que la participación popular era clave para lograr la independencia pero así también entendían la necesidad del trabajo conspirativo. La jabonería de Vieytes, La Sociedad Patriótica con su periódico Mártir o Libre y la Logia Lautaro no son más que algunas de las herramientas organizativas que les permitían realizar el trabajo conspirativo que necesitan realizar todos los procesos revolucionarios. Los revolucionarios de la Independencia resolvieron a su propia forma el dilema de todas las revoluciones, cómo combinar virtuosamente el trabajo conspirativo con el trabajo de masas.
 
Creemos que los escombros de nuestra historia están llenos de espadas. De elementos que fortalecen nuestra identidad y potencian nuestra lucha. Nuestra tradición y nuestra forma de ver al mundo nos obligan a no regalarle ninguna bandera de lucha al enemigo. Si bien somos conscientes del origen histórico de muchos conceptos y de sus limitaciones creemos que todas las banderas y los símbolos que potencian la lucha de nuestro pueblo y de nuestra clase tienen que ser disputadas para fortalecernos. No entregamos la bandera de la soberanía del pueblo, no entregamos la bandera de la Justicia, no entregamos la bandera de la Patria, y menos que menos entregamos nuestra Historia de Lucha por una Patria Independiente.
 
Creemos que doscientos años después de estas luchas se han comprobado dos hechos históricos. El primero, a nivel mundial, es que las burguesías de los países atrasados no tienen ningún tipo de capacidad para liderar un proceso de desarrollo nacional y de oponer sus intereses a los del Imperialismo.
 
El segundo, en un plano más político-filosófico, es que este sistema se ha encargado de presentarnos como un binomio de elementos complementarios los principios de libertad e igualdad que ha hecho famosos la Revolución Francesa. Pero mientras que la libertad sea libertad de empresa y respeto a la propiedad privada no es más que un opuesto que niega la posibilidad de una sociedad de iguales. Igualdad y propiedad privada son elementos que solo pueden existir a costa de negarse mutuamente.
 
Como Fidel y el Che en Cuba con Martí, como el Frente Sandinista de Liberación Nacional con la historia de liberación encabezada por Sandino en Nicaragua. Como los hermanos mexicanos con la historia de Villa y Zapata, como el hilo que une a Artigas con el proyecto revolucionario que tuvieron los Tupamaros, los paraguayos reivindicando a Solano López, o los venezolanos y los colombianos reivindicando a Bolívar. En nuestro país, nuestros hermanos mayores del PRT  recuperaron la bandera del Ejército de los Andes de San Martín retomando con ella la historia de nuestra Patria. Como todos ellos, la tarea es reconstruir nuestra historia para poder luchar por otro futuro.
 
Con la convicción de las banderas no se entregan y de que tenemos que encontrar las espadas de entre los escombros, desde la Organización Política Hombre Nuevo lanzamos esta iniciativa Por la Segunda y Definitiva Independencia. Con la convicción de que hoy, Independencia es SOCIALISMO.
 
 
[1] Julio Antonio Mella. Glosas a Martí. 1926.
[2] Ernesto Che Guevara: Discurso del 25/5/1962 en La Habana, Cuba.
[3] José de San Martín al Señor Cacique Panichines. Mendoza, 13/11/1819
 
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