Emilio Marín (LA ARENA)
La presidenta estuvo en el G-20, donde se reunió con Obama e hizo declaraciones que preocupan, por lo elogiosas del imperio. En política fueron sapos difíciles de tragar para el progresismo y nacionalismo.
Estos son días muy complejos para los kirchneristas, sobre todo sus franjas juveniles y progresistas, también para las que tienen esa inclinación y ya peinan canas o no tienen qué peinarse. Es que la participación de Cristina Fernández de Kirchner en Cannes, en la VI Cumbre del G-20, dejó jirones del progresismo con el que había pavimentado su avance hacia el 54 por ciento de los votos.
No es que la presidenta se haya convertido en un títere del imperio, como piensan los opositores más recalcitrantes. Cristina sigue siendo peronista, con sus más y sus menos. Con ese bagaje ideológico fue a La Habana en enerA5o de 2009, a entrevistarse con los hermanos Fidel y Raúl Castro. Y con el mismo sello aterrizó en la Riviera francesa, donde pidió un "capitalismo en serio".
Esta última definición la hizo ante las multinacionales de Business 20, foro empresario paralelo a la cita de presidentes, y ante éstos, donde resaltaban Barack Obama y el dueño de casa, Nicolas Sarkozy.
Los kirchneristas andan buscando argumentos para explicar esa postura cristinista, que los deja algo descolocados. Uno de sus funcionarios, Abal Medina, estaba ayer en Mar del Plata participando de una reunión política promovida por la CTA para festejar los seis años de la derrota del ALCA. No es fácil conciliar este festejo antiimperialista con el G-20 de Cannes con un mensaje de "amor y paz" con la Casa Blanca.
Las ranas son un rico menú, preparadas y al plato. Tragarse sapos, en política, es algo indigesto, pero es usual desde que el senador radical Jaroslavsky dijo que votaría las leyes de impunidad y tragaría esos batracios. El entrerriano lo admitió. Los que hoy están haciendo la traumática digestión por lo de Cannes, en cambio, no dicen ni mu. Les gustaría tener las fauces de un yacaré…
Para colmo hubo una pócima venenosa de postre: la reunión con Obama. Duró entre 20 y 40 minutos, en el hotel donde paraba éste y con los participantes que definió el norteamericano (quedaron out los ministros de Agricultura e Industria, Julián Domínguez y Débora Giorgi).
Cristina zalameó a Obama: "para mí, como presidenta de la República Argentina, es un gran honor poder mantener esta reunión con usted. No podemos soslayar el liderazgo de EE UU en el mundo, tanto en lo político como en la economía. Por lo tanto, esta reunión con usted para nosotros es muy importante".
La devolución del morocho no se quedó atrás. El imperio y Argentina volvían a ser amigos. Página/12 tituló "Friends" (amigos) pero mejor habría estado "Lovers". CFK alabó a las más de 500 empresas norteamericanas que tienen invertidos 12.000 millones de dólares. De los millones que fugaron y de los estropicios del Citibank, Kraft, Lockheed, Azurix, Cargill, IBM y Monsanto, ni una palabra.
Discursos y realidades.
Los que defienden el giro cristinista enfatizan que en sus discursos de Cannes la presidenta defendió una política de empleo, impulso al consumo y contrario a los ajustes. Es cierto. Ese mensaje contrasta con las políticas que la Unión Europea está aplicando desde la lejana Grecia hasta la península ibérica, y desde Londres al norte hasta el taco de la bota itálica.
La gravísima crisis económica y política de Atenas impactó fuerte en la Cumbre. Muchos mandatarios estaban más pendientes de si Papandreu hacía o levantaba el referéndum, que a las alternativas de la reunión en sí.
La falta de acuerdos para hacer frente a esa crisis que sacude a Europa puso más de resalto la inutilidad de este tipo de reuniones. La presidenta argentina debería revisar la conveniencia de seguir integrando el G-20. Es un ámbito ilegítimo -como lo llamó el belga Eric Toussaint- que se va desprestigiando a medida que pasan las cumbres y la crisis crece a la altura del Mont-Blanc (4.810 metros).
El mensaje proactivo, de inclusión social y de participación del Estado, que repitió Cristina en la costa francesa fue progresivo pero tuvo un punto flaco. Es que al hablar de un "capitalismo en serio" y de la necesidad de que la gente consuma "para que ustedes tengan ganancias", no lo hacía frente a cooperativas, pymes ni empresas argentinas medianas y algunas grandes. Sus interlocutores, en el Business 20, eran los máximos ejecutivos de Coca-Cola, Unilever, Techint, Carrefour, Repsol, Telefónica, Crédit Suisse, BNP Paribas, Usiminas y otros "pesos pesados" internacionales.
Cristina les hablaba a las corporaciones responsables de que este mundo sea tan injusto; algunos de esos monopolios fueron responsables de la crisis comenzada en 2008. ¿No suena utópico en el peor sentido de la palabra halagar a estas multinacionales e instarlas a soluciones para un mundo que éstas pusieron patas para arriba?
Plantear un "capitalismo en serio" tiene cuatro inconvenientes. Primero, olvida que se vive en la época del imperialismo y no hay vuelta atrás en la historia. Segundo, que la gravedad de la crisis es tal que -aunque los imperios practicaran el keynesianismo, como Bush y Obama con sus "paquetes de estímulos" billonarios-, no tuvieron resultados. Tercero, que el "capitalismo en serio" es el mismo que degeneró en el capitalismo existente, algo que no cayó del cielo. Cuarto, la presidenta admitió, en el pasaje donde hacía la apología del capitalismo, "qué dirán mis amigos de la Universidad" (de la época donde ella y los jóvenes de la FURN anhelaban el "socialismo nacional"). Y le dirán que mudó ideológicamente y ahora busca la cuadratura del círculo. Eso podrían decirle.
¿Durmiendo con el enemigo?
En los piropos mutuos con Obama, la jefa de Estado se quedó corta, al enumerar el peso de las empresas norteamericanas en el país. En la Web de la Cámara de Comercio de EE UU (Amcham), se lee que "nuclea a más de 750 empresas estadounidenses, argentinas y de otros países, que emplean directamente a 320.000 personas en más de 200 plantas distribuidas en todo el país y en todos los rubros de la actividad económica".
Semejante poder de fuego por supuesto que aconseja moverse con prudencia, plan, aliados, etc, pero no obliga a rendirse ni buscar alianzas inconvenientes. Esta precaución de no dormir con el enemigo es especialmente válida en tiempos de crisis, cuando éste "anda al salto por un bizcocho".
¿Sacará algo positivo Argentina de estas genuflexiones ante Washington? No parece, pues la presencia de Angelina Abbona, procuradora del Tesoro, en la delegación en Cannes dio pie a la hipótesis de que Cristina quería negociar el pago de los 250 millones de dólares que exigen Azurix y Bluerigde, con fallos favorables del Ciadi (tribunal del Banco Mundial). A Abbona, ex militante maoísta de los ´70, sí la dejaron entrar al cónclave de los presidentes en el hotel Carlton.
Que a los ministros de Industria y de Agricultura, los dejaran afuera puede ser indicativo de que la solicitud de CFK, para que EE UU levante o flexibilice barreras arancelarias para las carnes, granos y sobre todo limones argentinos, hoy no tiene mayores chances.
Ese destrato del imperio se agudiza en años de crisis. Para nuestra balanza comercial es algo muy preocupante, porque en la rueda de prensa Cristina subrayó que la balanza bilateral es deficitaria este año para Argentina en 4.700 millones de dólares. Se necesita equilibrarla pero el afro-americano, chamuscado por la crisis, se hace el sota.
Se viene un año difícil en Argentina y el gobierno decidió recortar subsidios por 600 millones de pesos. Los monopolistas de la UIA y AEA, y editoriales de "La Nación", lo vieron como un paso positivo. Sólo lo será si ese recorte y otros que se vienen no afectan con subas de tarifas a los sectores bajos y medios de la sociedad.
Hace unos días la presidenta instrumentó otras medidas para transparentar la compra y venta de divisas, luego de comprobarse una fuga de éstas. La derecha no podía protestar muy abiertamente porque habría significado un reconocimiento de que es parte del problema. Una que no tuvo empacho en vociferarlo fue la tilinga Susana Giménez. Faltó que dijera: "el que me impida comprar más de los 2.6 millones de dólares que llevo comprados, tiene que morir".
El gobierno nacional debería comprender y actuar en consecuencia contra los grandes especuladores en divisas y responsables de su fuga al exterior. Ese rol no es el de la platinada con mansión y mentalidad de Miami. El problema son las compañías y entidades financieras que llevan fugados en el año 22.000 millones de dólares. Un economista aseguró en "678" que la suma de estos años ascendía a 75.000 millones de dólares. Sandra Russo, que de esto no entiende y actúa con el optimismo ramplón de Pangloss, le dijo al economista que "seguramente el gobierno estará pensando en medidas para evitar la fuga". El problema es que la fuga ya fue, Russo, le replicaron.
Peor que esa periodista ultra K estuvo la presidenta en Cannes. Ella sí sabe, pero elogió a las 500 firmas de la Amcham, las mismas que súper explotan a su personal, monopolizan mercados, elevan precios, evaden impuestos y encima fugan tantísima plata reinvirtiendo apenas lo mínimo, pese a cobrar subsidios y reintegros del Estado.