El marxismo de Dussel

Antonino Infranca

Enrique Dussel es considerado el mayor conocedor de Marx a nivel mundial, aunque provenga del así llamado “Tercer Mundo”; en particular, su lectura proviene de América Latina, que históricamente ha sido la primera víctima del capitalismo, de modo que puede afirmarse que, sin la conquista de América Latina, el capitalismo no habría podido nacer, ya que aquella conquista proveyó la cantidad de metales preciosos necesaria para iniciar el mecanismo de acumulación originaria del capital, para emplear la terminología de Marx. Por ende, para entender la Modernidad es necesario partir de la condición de víctima de América Latina. Se trata, pues, de una lectura no eurocéntrica, ya que está conducida por la exterioridad del Primer Mundo, que, con la caída del socialismo, ha decretado la muerte del marxismo. Pero Dussel hace una observación simple: el socialismo ha colapsado en Europa, no en el Tercer Mundo –es decir, en Cuba, en China, en Vietnam; es decir, en la periferia–. Además, los estudios marxistas en América Latina están teniendo un gran desarrollo, y Dussel es el líder de este desarrollo; por eso, detrás de él avanza el pensamiento crítico y el marxismo contribuye a la obra de descolonización de la filosofía, un tema que posee un escasísimo eco en Europa.

El otro motivo decisivo es el modo en que Dussel conduce su lectura de Marx: esta es desplegada con el estilo de los intérpretes escolásticos de Aristóteles, es decir: línea por línea. Varias veces afirma Dussel que nadie antes que él había desplegado una lectura tan detallada de todos los textos del filósofo alemán, incluyendo los inéditos, que Dussel ha leído en los archivos de Ámsterdam y Moscú. El descubrimiento más interesante, y que esboza en Marx y la Modernidad, es que Marx reescribe cuatro veces El capital, y en cada reescritura emergen siempre novedades fundamentales en su obra de crítica de la economía política. Es sugestivo que se pueda releer a Marx a la manera de Dussel, ya que el trabajo crítico del filósofo alemán se vuelve una work in progress, una suerte de descripción crítica de la esencia del mundo de la apropiación capitalista. Esta descripción deviene en una crítica, ya que no oculta la verdad histórica de ese modo de apropiación, que está hecho de injusticia y muerte.

Dussel ha definido a Marx como “un filósofo del siglo XXI”, ya que al menos un 50 % de sus textos se encuentran aún inéditos. El resultado de esta relectura es el replanteamiento de un Marx totalmente original, ya que auténtico, depurado de aquellas incrustaciones ideológicas y epistemológicas que lo habían alejado de la autenticidad de los textos. Así, se desploma el Marx de los manuales soviéticos de economía política, que eran considerados los auténticos manuales dogmáticos que había que seguir al pie de la letra, en tanto la letra de Marx conducía en direcciones estrictamente opuestas. Dussel señala en el mercado el punto crucial en que el Marx de los soviéticos no se corresponde con el Marx auténtico, que no condenaba el mercado in toto, sino que sostenía que la producción de mercancías debe ser puesta en conexión con el consumo, con el intercambio y con la distribución; no se podría decir desde arriba qué debería consumirse y, por lo tanto, qué debería intercambiarse y distribuirse, sino que consumo, intercambio y distribución deben ser planificados desde abajo, partiendo de las exigencias vitales de la sociedad civil. Por otra parte, Marx no ha hablado de “modos de producción”, sino de “modos de apropiación”, esto es, del mundo en que un sistema económico, como el capitalismo o el feudalismo, y así sucesivamente, se apropia de la fuente creadora del valor, esto es, el trabajo vivo, la subjetividad que trabaja. La historia, pues, no es la historia de los modos de producción, sino de los modos de apropiación del trabajo y de la subjetividad del trabajador por parte del sistema dominante de la época en cuestión. Justamente en la subjetividad del trabajador, en su corporeidad, según Dussel, se inicia la crítica de Marx, que, por ende, desarrolla una crítica económica material.

Un aspecto central sobre el que Dussel se apoya es la oposición entre trabajo social y trabajo comunitario. Social es el trabajo de un único individuo que se dirige al mercado social y está dirigido desde afuera, es decir, por un administrador que no trabaja con él; mientras que es comunitario el trabajo de una entera comunidad; no solo trabajo solidario, sino también trabajo colectivo, como es típico en la sociedad precapitalista, especialmente de América Latina. El capitalismo impone el trabajo social, y el socialismo sería el estadio en que el trabajo comunitario es puesto bajo el control de los individuos libres y asociados, que comparten los medios de producción. De ese modo, los productores deciden las formas de trabajo en común y, por ende, de producción sin ningún control externo al ámbito del trabajo. Se puede notar, pues, que el socialismo real ha permanecido lejos de las ideas de Marx, si bien este no había dado indicaciones amplias, sino tan solo principios reguladores a apliar en la edificación del socialismo.

El otro aspecto de la autenticidad de Marx, que ha sido negado de diversas formas, tanto por los manuales soviéticos como por brillantes filósofos occidentales, es la relación muy estrecha entre Hegel y Marx. En efecto, en varias ocasiones, en las conferencias que componen Marx y la Modernidad, Dussel insiste sobre la relación Hegel-Marx, sobre el uso de las categorías, del léxico y el método hegelianos por parte de Marx. En el modo de apropiación capitalista, un papel central es otorgado a la negación, tal como en la dialéctica hegeliana. Dialéctica es también la relación entre producción y consumo: en el origen se halla una necesidad vital del ser humano, que produce el material que permite satisfacer esa necesidad. Así pues, hay una determinación vital en el origen de la producción laboral, y el consumo es la negación de la necesidad, al satisfacerla. Dussel recuerda que las determinaciones de Marx son siempre materiales, inversión de las hegelianas, que eran ideales.

Dussel sostiene que Marx ha invertido el método hegeliano poniendo al no ser como principio del ser y convirtiéndolo en el núcleo racional del propio análisis crítico. En efecto, a diferencia de Hegel, Marx piensa que el no ser es real, esto es: trabajo vivo o capacidad de trabajo, y que es la fuente creadora del valor, no su fundamento, ya que su fundamento es el ser; pero el trabajo vivo no es aún capital, es fuerza de trabajo que pertenece al ser humano, que se ve constreñido a venderla en el mercado, ya que es pobre y no posee medios de producción para reproducir la propia vida. El trabajo vivo es el no ser del capital. La reproducción de la vida del pobre depende del trabajo, que es actividad vital; así afirma Dussel que el trabajo es “actualidad de la vida”. El dinero, que no es aún capital, busca precisamente al pobre para adquirir la fuerza de trabajo. Pero el pobre, con su capacidad de trabajo, es el no ser del capital. Es, pues, un contrato entre dinero y trabajo, entre capital y pobre. El pobre es subsumido desde afuera por el capital dentro del modo de producción del capital; su fuerza de trabajo es apropiada por el capital. Si no existieran los pobres, no podrían existir el capital ni su reproducción. La pobreza es la vida del capital, ya que, cuando el dinero pone en contacto fuerza de trabajo, instrumentos de trabajo y materia prima, puede nacer el valor, que es un ser, un proceso que nace del no ser del capital. El valor es el no ser de la capacidad de trabajo, pero es creado por esta. El capital se realiza en la medida en que se desrealiza el trabajador. El valor es objetivación del trabajo, de la vida humana; y cualquier proceso económico es vida humana objetivada, esto es, negada. ¡Aquí reside el punto central de las polémicas que acompañan la relectura dusseliana de Marx; la vida! La vida es el principio material fundamental de toda ética. La validez de una norma ética está dada por su capacidad de participar en la reproducción de la vida; si no participa de dicha reproducción, no es válida.

Dussel ha sido acusado, por todos los intérpretes althusserianos de Marx, de ser un místico, porque pone constantemente en primer plano la presencia del tema de la vida en las obras económicas de Marx. También en Italia se han difundido estas polémicas, aunque en una medida menor, ya que los italianos, particularmente eurocéntricos, no se han abocado a la lectura de los autores de la Periferia; aguardan la indicación del Centro (Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra), condenándose así a ser Periferia. Es difícil, para los académicos eurocéntricos, aceptar que los términos teológicos empleados por Marx, con perfecta correspondencia semántica, no sean metáforas, sino la derivación de su crítica de la economía política a partir de la teología hebreo-cristiana. En realidad, Dussel es el único caso de un gran pensador que, después de la caída del socialismo, haya pasado al marxismo. Dussel puede decir que no se ha convertido en marxista antes de los cuarenta años de edad. Pues ha descubierto los pobres de América Latina y ha buscado captar el origen de tal pobreza, y solo Marx le ofrecía los instrumentos teóricos para comprender la realidad de su tierra. Son instrumentos teóricos críticos; por eso, son instrumentos eficaces para captar la pobreza creciente de América Latina.

Un papel relevante en la relectura que hace Dussel de los textos de Marx lo ocupa la teoría de la dependencia. Se trata de una teoría nacida en América Latina, pero que hoy abarca la íntegra Periferia del mundo; por ende, abarca las relaciones totales entre Centro y Periferia. La teoría de la dependencia describe la transferencia de valor de la Periferia al Centro; transferencia que crea la dependencia de los países periféricos respecto de los centrales, Una empresa del Centro transfiere una parte de su producción a un país periférico, atraída por el bajo costo del trabajo en este país. Los salarios pagados a los trabajadores del país periférico son restituidos en valor producido en las mercancías en un tiempo más breve que el que se requiere con los trabajadores de la misma empresa en el país central. Otra forma de transferencia de valor está representada por los préstamos que el Centro concede a la Periferia. En el caso de América Latina, estos préstamos fueron inicialmente tomados por las dictaduras militares y, por ende, fueron impuestos por el Centro. Hoy, los préstamos corresponden a las mismas empresas: tienen lugar entre la central y las periféricas. Otra forma de dependencia es la tecnológica: el Centro exporta la propia tecnología a la Periferia al precio del Centro. La Periferia requiere esta tecnología para lograr producir mercancías que puedan venderse en el Centro, es decir: con vistas a competir con las industrias del Centro. En realidad, está comprando a precios elevados los instrumentos de producción y vendiendo a bajo costo las propias mercancías; es decir, transfiere valor, que es vida objetivada, al Centro. Está exportando vida, ya que exporta valor, y no puede acumular valor para mejorar las condiciones de vida de sus pobres. La teoría de la dependencia explica el elevado número de pobres in América Latina o en la Periferia del mundo, donde los pobres son la inmensa mayoría de los seres humanos. Estos pobres no son siquiera clase, ya que no se encuentran subsumidos por el capital en el proceso de producción; son pueblo, es decir: tienen la propia cultura tradicional, pero no tienen los medios para reproducir su propia vida; sin marginados y excluidos del sistema capitalista dominante.

La Ética de la liberación de Dussel nace de la relectura de Marx; por ende, puede ser considerada una ética marxista. La de Dussel representa un camino paralelo a la de Lukács, el mayor filósofo marxista del siglo XX. Lukács, además de sostener la estrecha relación entre Hegel y Marx, albergaba el proyecto de escribir una ética, pero la muerte impidió la realización de tal ética marxista; aunque el siglo XX se cerró en realidad con una ética marxista: la de Dussel, que es una ética materialista, ya por el hecho de que tiene su principio en la vida material del ser humano y su explotación por parte del capital. Dussel sostiene que el uso, por parte de Marx, de la rate of explotation (tasa de explotación) es la revelación de la existencia de su ética conexa con su crítica de la economía política, que por su parte es conexa con una antropología, con una conciencia de la explotación de las capacidades vitales del ser humano.

El tema de la vida es recurrente en las obras de Marx y Dussel, con su lectura filológicamente correcta, retoma el tema. Si se refiere al trabajo vivo como fuente creadora del valor, entonces el trabajo vivo es también fuente creadora de valores morales; y a esto se refería Lukács en los esbozos de su ética. Según Dussel, Marx hace una crítica ética del capitalismo, ya que refiere las categorías de la economía a su fuente creadora, que es el trabajo vivo, y no reconoce valor en el capital, que no produce valor. El que produce valor es el trabajo vivo del ser humano. La moral capitalista, en cambio, sostiene que el fundamento del valor es el capital y el ser humano es reducido a cosa, a medio de producción de ganancia. Para Dussel, atento lector de Marx, el trabajo vivo es desde el vamos el medio para la satisfacción de las necesidades del ser humano viviente, de todas las necesidades del ser humano, materiales y espirituales. No se puede tener una vida espiritual digna si se sufre hambre; antes bien, el hambre es la oposición entre cuerpo y espíritu. De modo que la alienación del trabajo vivo, de la capacidad corpórea del trabajo del ser humano, corresponde a la enajenación de la actividad espiritual del ser humano. Las dos formas de deshumanización están estrechamente ligadas y son inseparables, como cuerpo y espíritu son inseparables en el ser humano. Este es el aspecto material de la ética de Dussel, que este aprende de Marx, y de Marx recupera también el carácter universal de esta ética, ya que Marx no elaboró una teoría crítica válida solo para Europa, sino para toda la humanidad.

El marxismo de Dussel se funda incluso en la conciencia que poseía Marx sobre la preeminencia de la vida sobre la muerte, de la necesaria reproducción del cuerpo y del espíritu del ser humano. El hambre y la pobreza son sufrimientos. Marx tenía presente este sufrimiento, como también el fundador del cristianismo, que era un ser humano que temía la muerte (Jesús en el huerto de Getsemaní), mientras que el fundador de la civilización occidental, Sócrates, no temía la muerte. Nos encontramos, pues, ante una dialéctica vida/muerte y, de hecho, Marx recoge esta dialéctica cuando habla de trabajo vivo y capital muerto. El capitalismo reproduce este dualismo de la civilización occidental; la fuerza de trabajo del trabajador está dentro del sistema como fuerza reproductora del sistema; sus necesidades están fuera del sistema, vuelven a ingresar allí solo como fuente de consumo fetichista de las mercancías.

El análisis crítico de Dussel parte de una perspectiva externa al sistema capitalista dominante, de aquella exterioridad en la que Dussel insiste constantemente. Es una perspectiva presente en Marx; en realidad, es la misma de Marx, si se tiene presente que este pudo comprender a pleno el capitalismo solo trasladándose a Inglaterra, es decir, en un contacto físico directo con la clase trabajadora, la víctima del capitalismo. Desde la perspectiva de la exterioridad y la exclusión, Marx, pero también Dussel en cuanto latinoamericano, pueden comprender la totalidad del sistema capitalista dominante. Dussel observa con justeza que los intelectuales marxistas del Centro han hablado de totalidad, pero toda totalidad impone una exclusión y, por ende, una exterioridad a la cual contraponer una subsunción. Así pues, el trabajo vivo es exterioridad del capital y, cuando entra en el sistema capitalista, se convierte en trabajo asalariado. Las categorías económicas se transforman en dependencia de su movimiento en perfecta sintonía con el método dialéctico hegeliano.

El sistema capitalista dominante es sustancialmente un sistema formal que, pues, se funda en los precios y excluye el momento material de la vida humana y, en cuanto sistema formal, es autorreferencial. No es casual que el neoliberalismo funde su ideología en el mercado capitalista y no tenga ninguna actitud crítica ante esto; de hecho, el neoliberalismo propugna una conciencia universal del mercado, que en realidad es una abstracción de la vida real. El mercado ha universalizado el mundo, pero no ha universalizado la humanidad. El mercado capitalista se inserta entre el trabajo vivo del ser humano y la satisfacción de sus necesidades, esto es: la reproducción de la vida. En la sociedad capitalista moderna, solo en el mercado se encuentran los medios para satisfacer las necesidades, e incluso en esta intermediación tiene lugar la cosificación de las necesidades y la fetichización de las mercancías. El mercado es la determinación negativa de la fuerza de trabajo como actualidad de la vida, y la determinación vital de la necesidad humana es su sustitución por el consumo mercantilizador.

Quien no dispone de dinero para dirigirse al mercado y satisfacer sus propias necesidades, está fuera del mercado, está excluido de los medios para satisfacer las propias necesidades; es un pobre marginado de la sociedad capitalista moderna. El gran problema de la humanidad hoy es que la mayoría de la humanidad está excluida del mercado porque no hay dinero. Cabe recordar que Dussel está hablando a un público latinoamericano; por ende, compuesto en gran medida de indios, negros, mulatos, mestizos, además de blancos criollos que intentan salir del estado de pobreza para colaborar con la mejora de la entera sociedad civil latinoamericana, como es tradición en las sociedades de esta región, donde el pobre, cuando no está completamente anulado por el fetichismo de las mercancías y el dinero, se pone siempre en la perspectiva de colaborar con los otros para mejorar las cosas en conjunto. Se trata de un público que sabe qué significa ser pobre.

 

“Il marxismo di Dussel”. Artículo enviado directamente por el autor para su publicación en este número de Herramienta Web 37. El artículo funciona como presentación de la edición italiana de Marx y la Modernidad, al cuidado de Antonino Infranca. Traducción del italiano de Miguel Vedda.

 

Antonino Infranca es graduado en Filosofía por la Univ. de Palermo, Italia. Especialización en Filosofía por la Univ. de Pavia. Dr. por la Academia de Ciencias de Hungría y por la Univ. de Buenos Aires. Recibió la Medalla Lukács para la Investigación Filosófica. Es autor de Giovanni Gentile e la cultura siciliana (1990), El otro Occidente (en castellano: 2000), Trabajo, individuo, historia. El concepto de trabajo en Lukács (en castellano: Herramienta, 2005), Los filósofos y las mujeres (en castellano: 2006), además de otros libros. Ha coordinado varias compilaciones y publicado numerosos artículos sobre Bloch, Gentile, Gramsci, Croce, Kérényi, Heidegger, filosofía de la liberación e historia de Sicilia. Tradujo y editó, en italiano, obras de Ricardo Antunes y Enrique Dussel; en castellano, obras de Lukács (Testamento político, Ontología del ser social: El trabajo, Ontología del ser social: La alienación, Táctica y Ética, entre otras). Es miembro del Consejo Asesor de Herramienta.