NÉSTOR KOHAN (CÁTEDRA “DE LA TEORÍA SOCIAL DE MARX A LA TEORÍA CRÍTICA LATINOAMERICANA” (SOCIOLOGÍA – UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES – UBA) 16.Dic.19 Cátedra Teoría Crítica Latinoamericana (UBA) – Archivos del CIPEC – Grupo de investigación Marxismo Latinoamericano (IEALC )
¡Alerta de último momento! Aparecieron nuevas revelaciones extraídas del computador mágico de Raúl Reyes, eterna caja de Pandora que superó a Las mil noches y una noche por sus fantasías y relatos siempre renovados.
Según fuentes seguras, corroboradas por expertos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos, el afamado escritor Ray Bradbury era en realidad latinoamericano. Por fuera del circuito editorial respondía al nombre auténtico de Raymundo Bradburión y había nacido en un pueblo perdido de Guatemala.
Lo que hasta hace muy poco tiempo se consideraba su novela futurista y distópica más célebre, Fahrenheit 451, supuesta denuncia del macartismo estadounidense y desesperado llamado de alerta ante la posible quema de libros en tiempos de represión de ideas disidentes, en verdad se trataba de un diario de notas y crónicas costumbristas sobre la recurrente situación política de América Latina.
En todos los protocolos y manuales operativos de la Gestapo nazi y la CIA norteamericana se repite la misma enseñanza: el libro resulta mucho más peligroso para el orden establecido y la obediencia social que la dinamita, el TNT o incluso el uranio enriquecido. Quizás por ello, el general Videla y el almirante Massera, admiradores argentinos tanto de la Gestapo como de la CIA, hayan padecido idéntica obsesión por capturarlos, agruparlos en grandes pilas y someterlos al fuego (no está determinado si lo hicieron a 451 grados Fahrenheit o a su equivalente 232,8 grados centígrados, temperaturas en las que arde el papel). Pero lo que sí está comprobado e incluso fotografiado es que robaron e incendiaron un millón y medio [1.5000.000] de ejemplares pertenecientes al Centro Editor de América Latina (CEAL) dirigido por Boris Spivakow y los prendieron fuego en la mañana del 30 de agosto de 1980, en un terreno baldío de la localidad de Sarandí, en la zona sur del Gran Buenos Aires, Argentina.
Semejante temor ante los libros no era para menos. Cada proceso histórico de cambios sociales (sea revolucionario o incluso marcado por transformaciones profundas y reformas radicales) siempre viene acompañado de grandes ediciones de libros, folletos, revistas.
Durante los primeros y convulsionados años de la revolución mexicana, a inicios del siglo XX, se hicieron ediciones masivas de libros clásicos. Cuatro décadas más tarde, la revolución cubana la superó ampliamente publicando en forma masiva, al inicio, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha e implementando, más tarde, el sello “Ediciones «R»” [Ediciones Revolucionarias] hasta que finalmente, entre 1965 y 1968, se terminó de conformar el Instituto Cubano del Libro. Recuerda Rolando Rodríguez, primero director del Departamento de Filosofía en Cuba y luego director del Instituto Cubano del Libro: “La noche del 7 de diciembre de 1965 el compañero Fidel apareció en el Departamento de Filosofía y me llamaron a mi casa. Pensé que íbamos a hablar del tema que hasta ese momento veníamos tratando pero, al llegar él me entregó el libro Primavera silenciosa de Rachel Carlson y me preguntó: «¿dónde está editado?» Le respondí en España. Luego me entregó otro y de nuevo me preguntó: «dónde está editado?». Aunque extrañado por la obviedad contesté lo mismo. «Pues te equivocas», me señaló y me aclaró que el segundo era una reproducción idéntica del primero, pero estaba hecho en Cuba […] Fidel me dijo que constituye una vergüenza para el mundo que se bloquee un país en su cultura, en su educación, en la formación de su inteligencia. Vamos a declarar al mundo lo que vamos a hacer y puede proclamarse que cada una de estas reproducciones será una edición revolucionaria y no pagaremos derechos de autor […] Fidel definió también que estas obras no podían ser objeto de lucro alguno. Se entregarían gratuitamente a los estudiantes. Orientó ponerle una nota a cada libro que explicara las razones de aquella decisión […]. En enero de 1968 en el Congreso Cultural de La Habana se declaró la renuncia de los autores a sus derechos como tales. Las ediciones del Instituto del Libro, creado formalmente el 1 de septiembre de 1966, publicaban decenas de miles de ejemplares. El límite máximo lo alcanzaron el Diario del Che en Bolivia (impreso en secreto para adelantarse a la CIA y sus intentos de modificarlo…) de Ernesto Guevara, y La Historia me absolverá de Fidel Castro, con un millón de ejemplares cada uno” (Rodríguez, Rolando [1997]: “Génesis y desarrollo del Instituto Cubano del Libro”. La Habana, trabajo inédito s/edit). La revolución cubana inundó la isla de libros baratísimos, cuando no gratuitos. Por eso su lema durante los años ’60 fue “La Revolución no te dice «cree», la revolución te dice «lee»”.
Al poco tiempo, durante los escasos tres años que duró la experiencia de transformaciones radicales y reformas profundas encabezada en Chile por Salvador Allende la tarea de publicar masivamente libros populares volvió a la carga. Hacia noviembre de 1970, los trabajadores de la Editorial Zig-Zag pararon las actividades con el objetivo de que la empresa fuera integrada al Estado. El 12 de febrero de 1971, el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende compró el 40% de los activos de la Editorial Zig-Zag, y creó la Editorial Nacional Quimantú, que regó todo Chile de ediciones baratísimas y gratuitas, abarcando no sólo literatura para las clases trabajadoras sino también para el mundo infantil, disputándole la cultura de masas a la empresa estadounidense Disney. El financiamiento de esas ediciones masivas fue impulsado por el Estado chileno pero también ayudado desde la revolución cubana. Fidel Castro envió personalmente al presidente del Instituto Cubano del Libro, nuestro entrañable amigo Pablo Pacheco López, con una enorme suma de dinero destinada exclusivamente a apoyar y promover la nueva industria editorial del gobierno popular.
¡Ni drogas ni picanas ni otros instrumentos de tortura! (como habitualmente exporta el estado norteamericano… remember el escandaloso y tristemente célebre affaire de las drogas y las armas del caso “Irán/Contras” [venta ilegal de armas sumado al tráfico de drogas para financiar la contrarrevolución nicaragüense] o la tenebrosa Escuela norteamericana de las Américas… donde se educaron gran parte de los torturadores de nuestro continente). No. Nada de drogas ni picanas…. ¡Libros!
Esa herencia convertida ya en tradición cultural de los procesos sociales de cambio de Nuestra América revivió en la Nicaragua sandinista durante su época gloriosa, posterior al triunfo de 1979, con las campañas de alfabetización y la difusión gratuita de una incontable cantidad de material bibliográfico.
Y el tiempo no para. La historia no se detiene. ¿Quién no se acuerda del programa “Aló Presidente”, cuando dos décadas más tarde el líder bolivariano Hugo Chávez dedicaba cada domingo a dialogar con su pueblo, haciendo regularmente una pausa, tomando un libro ante las cámaras de TV, comentándolo en detalle y recomendándole a todo el público venezolano la lectura de algún autor marxista o de un clásico de la historia latinoamericana?
Fue el proceso bolivariano encabezado por Hugo Chávez el que digitalizó y puso gratuitamente on line el catálogo completo de la prestigiosa editorial venezolana Ayacucho, anteriormente con precios inalcanzables. ¡Libros gratuitos al alcance de todo el mundo! La editorial estatal “El perro y la rana” continúa editando en Venezuela a precios irrisorios, subvencionada por el estado bolivariano, incluso en plena crisis económica.
Coherente con esa decisión política-cultural, cuando el presidente Chávez se cruzó con el presidente Obama, por entonces al frente de la administración de la principal potencia de la Tierra, lo desafió públicamente… ¿Con misiles atómicos? ¿Con eventuales ataques terroristas? No, regalándole con una amable sonrisa en la boca el libro Las venas abiertas de América Latina del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Sencillamente lo trató de ignorante, con elegancia y sutileza, y lo invitó…. a leer y cultivarse. ¿Quizás por esa insolencia Chávez se murió de “un misterioso y desconocido” cáncer? ¿Quién sabe? Tal vez algún documento desclasificado lo revele en 30 ó 40 años.
Fiel y leal a esa extendida tradición nuestro-americana, el proceso descolonizador encabezado en Bolivia por el presidente indígena Evo Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera; ambos productos del poder acumulado por los movimientos sociales (indígenas, mineros y populares) lanzó desde su primera época una pujante política cultural y editorial. Tomaron la posta del México de Villa y Zapata, de la Cuba de Fidel y el Che, del Chile de Salvador Allende, de la Nicaragua de Carlos Fonseca y de la Venezuela bolivariana de Chávez.
El Estado Plurinacional de Bolivia, durante los tiempos de Evo Morales, editó y distribuyó por moneditas o incluso gratuitamente cientos de títulos y volúmenes. Sobre la historia de las rebeldías de los pueblos originarios, sobre las luchas de su clase obrera minera, sobre las experiencias de Tupac Katari y Bartolina Sisa, Zárate Wilka, la revolución de 1952, el Che Guevara e incluso gruesos volúmenes con textos inéditos en castellano nada menos que de Karl Marx. Lo hizo con un espíritu abierto, pluralista y ecuménico. Publicaron incluso a varios de los profesores y las intelectuales que ahora apoyaron bochornosamente el golpe de Estado contra el gobierno que les editó sus estudios y trabajos (¿Le publicarán los golpistas sus investigaciones? Sinceramente lo dudamos mucho). No hubo censura alguna. Y todo a precio popular o directamente gratis.
La más famosa de las propuestas editoriales, con amplio eco en la comunidad académica de Nuestra América y el estado español, fueron las ediciones de la Vicepresidencia y también de su Centro de Investigaciones Sociales (CIS). Allí se publicaron desde la revista-libro La Migraña hasta las enormes compilaciones en varios tomos de seminarios titulados Pensando el mundo desde Bolivia, con trabajos, intervenciones y ponencias de invitados e invitadas internacionales de primer nivel mundial. Sin olvidarnos de la valiosísima Biblioteca del Bicentenario, hasta llegar a los volúmenes inéditos en castellano de Karl Marx (inexistentes e inconseguibles en las grandes capitales editoriales de habla hispana como Barcelona, Madrid, México, etc. y muchas veces desconocidos incluso en las academias y centros especializados de Alemania, Inglaterra, Francia, Italia o Estados Unidos).
Pero las ediciones de la Vicepresidencia boliviana, impecables, pulcras, prolijas, aunque sean las más famosas, no fueron las únicas. Hay muchas otras que poco se conocen fuera de Bolivia.
Por su parte el Ministerio de la Presidencia compiló y editó varios volúmenes (en forma impresa y digital) con documentos cronológicamente organizados que prueban la persistente y repetida intromisión de los aparatos de inteligencia, económicos, religiosos y militares (incluyendo ONGs “inocentes e ingenuas” financiadas con sucios dólares gringos) de Estados Unidos en la sociedad boliviana. ¡A lo largo de un siglo entero! Una fuente documental de consulta imprescindible, en la estela de las investigaciones de Gregorio Selser y otros pensadores antiimperialistas del continente.
En paralelo se publicaron varios volúmenes, libros y materiales de estudio del Ministerio de Economía, información “secreta” en cualquier país capitalista o sólo al alcance de tres o cuatro tecnócratas que en el Estado Plurinacional de Bolivia se pusieron al acceso de todo el mundo para que la transparencia circule y los movimientos populares puedan conocer realmente cómo se cocina la gestión económica de un proceso político que redujo al límite mínimo la inflación, disminuyó notablemente la pobreza y fue uno de los pocos que creció, mientras todos sus países vecinos padecían crisis tremendas, desocupación, inflación, estancamiento industrial, descalabro absoluto de la balanza comercial, descenso brutal del PBI, exponencial aumento del endeudamiento externo, etc.
Y por si todo eso no alcanzara, el Ministerio de Trabajo (a contramano de lo que sucede en cualquier país capitalista, donde inevitablemente opera al servicio de los empresarios) publicó la formidable “Biblioteca laboral” con más de 80 libros que incluyen autores y autoras marxistas de Bolivia, de América Latina e incluso documentos y textos bolcheviques absolutamente inhallables ni siquiera en las editoriales especializadas más exquisitas, selectas y exclusivas del mundo.
Punto y aparte.
Golpe de Estado.
Nuevo punto y aparte.
¿Qué podemos esperar de estas hordas fanatizadas que, invocando la Biblia y un discurso religioso fundamentalista, han sido filmadas vejando y pegando con látigos a mujeres indígenas con pollera que iban con sus niños de la mano y cargaban sus bebés en las espaldas?
¿Qué podemos esperar de quienes prometen no sólo privatizar absolutamente todas las empresas estatales del pueblo boliviano sino además “erradicar el castro-chavismo-comunismo” mientras queman en instituciones públicas la histórica y emblemática bandera indígena Whipala?
¿Qué podemos esperar de quienes rompen inmediatamente relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela y abren sus puertas, sumisamente, a potencias extranjeras como Estados Unidos e Israel?
NO PODEMOS NI DEBEMOS ESPERAR NADA.
No podemos darnos el lujo de “esperar” a que quemen todos esos libros ni destruyan las páginas digitales donde están alojados aquellos cientos de volúmenes y materiales publicados a lo largo de 14 años del proceso descolonizador para, recién allí, salir a hacer petitorios inútiles, inofensivas declaraciones de correo electrónico o protestas indignadas a la OEA, institución cómplice del golpe de Estado. No. Nada que esperar. Ya tenemos experiencia histórica acumulada. Los ventrílocuos académicos que apoyaron el golpe de Estado, abierta o vergonzantemente, con buenas becas en la cuenta bancaria y dinerillos estadounidenses en el bolsillo, que se hagan cargo. Han cruzado una línea histórica difícil de volver atrás. HAN PERDIDO TODA CREDIBILIDAD.
Pero el campo popular en sus diferentes vertientes no tiene, no tenemos, NADA QUE ESPERAR.
Precisamente por eso, desde nuestra pertenencia a la Universidad de Buenos Aires-UBA (pública, laica, gratuita, masiva y con pretensiones de calidad) y desde la Cátedra “De la teoría social de Marx a la teoría crítica latinoamericana” (Carrera de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales e Instituto de Estudios de América latina y el Caribe), donde hemos estudiado durante años estos materiales editados en Bolivia, hemos pedido ayuda a diversas páginas de información y cultura alternativa. Les hemos solicitado descargar rápidamente, migrar, alojar y republicar ese inmenso archivo editorial bibliográfico y hemerográfico, ANTES de que el golpismo fascista, fundamentalista y macartista, lo destruya.
Estamos profundamente agradecidos al profesor John William Quiroga Santa Cruz de la Universidad Popular de las Islas Canarias y a la doctora Tamara Bunke Mamani de la Universidad Libre de Berlin por haber gestionado la ardua y trabajosa tarea de preservar esas valiosísimas bibliotecas y archivos editoriales bolivianos, posibilitando alojarlos en varios otros sitios web. Por ejemplo en la página: www.lahaine.org (la más completa de todas).
Ahora los fascistas “restauradores de la democracia liberal y la supremacía blanca” (al estilo de la Sudáfrica que encarcelaba a Nelson Mandela) pueden, si no tienen otra ocupación más perentoria, intentar destruir lo que quieran. Perderían absolutamente el tiempo. Todo el material ya está protegido, grabado, resguardado. Si lo destruyen… el archivo completo y todas sus bibliotecas puede volver a ser fácilmente editadas y publicadas. El gran aporte durante los últimos catorce años de los pueblos bolivianos a la cultura emancipatoria de Nuestra América y universal está a salvo.
El escritor guatemalteco Raymundo Bradburión ya no tiene de qué preocuparse. Los libros, esta vez, resistirán el fuego.
15 de diciembre de 2019
Texto completo en: http://cipec.nuevaradio.org/?p=307