12/07/2019 | Joseba Permach
En un anterior artículo denominado Terminator y la distopia 4.0 nos referimos al virus que en forma de frame taladra nuestras mentes para amenazarnos con un futuro donde los robots nos van a robar el empleo y, con ello, la posibilidad de obtener un sueldo y una vida digna: distopía 4.0.
Hacíamos mención a los múltiples informes que se han elaborado últimamente sobre el tema de la robotización y cómo éstos son publicados por los medios del establishment amenazándonos con un futuro con menos empleo y más paro.
Recordábamos que Marina Garcés en «Nueva Ilustración Radical» nos advertía que “la fascinación por el apocalipsis domina la escena política, estética y científica” (Garcés, 2017) y que todo ello, además de avocarnos a un callejón sin salida, nos impedía construir nuevos marcos que posibiliten alternativas para una vida mejor y más digna.
Desafortunadamente, ese virus está contaminando nuestras mentes y la mayoría de las reflexiones económicas y políticas. Según una encuesta realizada a 7000 personas de diferentes países y publicada en 2018, el 64% de los trabajadores cree ya que la robótica artificial destruirá más trabajos de los que creará. Es evidente que este frame avanza a gran ritmo y es fundamental comprender que ello tiene unas conclusiones sociales y económicas brutales y dramáticas.
Si nos creemos sus mentiras, no podremos reconstruir nuevas verdades. Si, reconstruir verdades; por ejemplo: la economía puede y debe estar al servicio de la gente, de las personas, y no la gente al servicio de la economía. Y cuando decimos economía, bien pudiéramos decir mercado, robots o la biblia en verso.
Han pasado 150 años desde que Marx nos hablará de la fetichización y de cómo, debido a ella, las mercancías parecían “figuras autónomas, dotadas de vida propia” (Marx, 1867) hasta el punto de no poder controlarlas en el marco del sistema capitalista. Siglo y medio después de la escritura del El Capital, los robots se nos presentan como la mercancía de Marx elevada al cubo: los humanos construimos unos robots que, supuestamente, van a adquirir vida propia, funcionarán de forma autónoma y, al final, nos arrebatan el empleo. ¡Y a esto le llamamos inteligencia artificial! Inteligencia no sabemos, pero artificial, un poco si que es…
Si la economía puede y debe estar al servicio de las personas, los procesos de robotización y la digitalización también. Si los robots pueden y deben disminuir muchas de las tareas que realizamos en la actualidad, más que mejor y, por tanto, dichos procesos de automatización pueden y deben abrir el debate a la disminución de la jornada laboral y con ello al reparto del empleo. ¿Qué sentido tiene mantener una jornada laboral de 40 horas semanales establecida en un contexto tecnológico y social totalmente diferente? Sólo el de beneficiar a las élites económicas y financieras que, hoy por hoy, se han hecho con el control absoluto del sistema y que con la difusión del frame que denominamos Terminator 4.0 no pretenden otra cosa que perpetuar a futuro dicha situación.
Es evidente que el debate sobre la jornada laboral no le interesa a unas élites obcecadas con exprimir hasta la última gota de sudor de la clase trabajadora y los sectores populares. Ellos no necesitan abrir el debate de la jornada laboral porque en la actualidad se pueden permitir el lujo de obligar a ellas (si, mayoritariamente a ellas) a resignarse a una reducción de la jornada laboral y unos sueldos miserables mediante los contratos parciales involuntarios. Efectivamente, les llaman minijobs, pero suponen una maxiexplotación.
Pero hay más, las 40 horas semanales decididas en aquel entonces no sólo respondían a una situación tecnológica concreta. Como hemos avanzado, también respondían a un reparto de los trabajos productivos y reproductivos impuesto por un patriarcado que como gran aliado del capitalismo garantizaba la posibilidad de que mayoritariamente los hombres pudieran trabajar 40 horas en las denominada esfera productiva, mientras las mujeres garantizaban los cuidados familiares necesarios para ello en la parte trasera de la economía, esa que nunca se ve.
Ahora, cuando al hilo de las oportunidades que abre la robotización y la digitalización se evita el debate la disminución de la jornada laboral y se priorizan los contratos parciales involuntarios, no sólo se cierra la puerta al reparto del empleo; también se cierra la puerta al reparto del trabajo de los cuidados. O dicho de forma sencilla: que sigan trabajando los hombres 40 horas (¡o más!) y que las mujeres sigan conciliando un empleo parcial precario con el trabajo domestico invisibilizado. Por cierto, hay que tener mucha cara para llamar conciliación a la doble explotación.
Y digo todo esto para entrar de lleno en el objetivo principal de este artículo: “el silencio de los cuidados”. Como decía, bombardearnos con la robotización y los empleos del futuro parece que se ha puesto de moda. Los informes y trabajos académicos, institucionales y de todo tipo se multiplican y, como decíamos, parece que sólo unos pocos empleos de alta calidad y muy ligados a los procesos de digitalización tienen garantizado su futuro. Ese el mantra, el frame, el virus.
¿De verdad? ¿Eso es así? ¿Queremos hablar del futuro? Hablemos: según el estudio de la OCDE “Preventin Ageing Unequally” en 1980, en los países adscritos a la misma, había una media de sólo 20 personas de 65 años o más por cada 100 personas en edad productiva; para 2015 esta cifra había aumentado a 28 y para 2050 se proyecta que casi se duplique hasta alcanzar 53. Muchas economías de la OCDE y otras emergentes envejecen con mucha más rapidez (OCDE, 2017). Repetimos, la OCDE estima que para mediados de siglo, más del 50% de las personas en edad productiva tendrán más de 65 años.
¿Si esta realidad es una parte del futuro, nos puede explicar alguien quién va a cuidar de esa cada vez más grande cantidad de personas mayores de 65 años que poco a poco van a necesitar diferentes cuidados? ¿Cómo se va a gestionar esa realidad en medio de una crisis de los cuidados, producida entre otras cosas, por un recorte de las ayudas sociales y de los servicios públicos adscritos al denominado Estado de bienestar? Nadie habla de ello, no por lo menos en los media al servicio del establishment. Esta realidad se hace invisible.
Dice Amaia Pérez Orozco que “el sistema socioeconómico es una estructura inherentemente jerárquica, donde la negación de la ciudadanía a determinados sujetos es condición sine qua non para que el sistema permanezca a flote. Por eso no podemos hablar de invisibilidad, sino de invisibilización” (Pérez Orozco, 2014). Efectivamente, no es que quienes (d)escriben el futuro no conozcan esta realidad, sino que hay una voluntad manifiesta de reproducir las relaciones de producción (y reproducción) actuales, para que nada cambie y la acumulación de capital siga desarrollándose en los mismos términos.
Cuando se utiliza el marco o frame de Terminator 4.0 y se hace referencia a los empleos del futuro, se tapa, esconde y se silencian los trabajos de cuidados que como acabamos de poner en evidencia, van a ir y deben de ir, cada vez más, en aumento.
¿Pero y qué dicen los estudios y los informes de robotización y digitalización al respecto? Este es precisamente el aspecto más sorprendente, por no decir sonrojante y vergonzoso del tema que estamos tratando. Sí, los informes aunque no sea de forma amplia y desarrollada, sí tienen en cuenta los trabajos de los cuidados.
Por ejemplo, en el informe pionero y referente sobre la materia de los profesores de Oxford Frey y Osborne “The future of employment. How susceptible are jobs to computerisation?” (2013) si se tiene en cuenta el empleo de los cuidados. Aunque no deja ser sorprendente que entre más de 700 ocupaciones sólo aparezcan unas pocas figuras como childcare worker o personal care; sí es cierto que estos empleos son tenidos en cuenta y que el grado de robotización y digitalización que se prevé para los mismos es muy inferior al de la mayoría de las analizadas.
Además, hay que subrayar que muchos otros informes realizados con posterioridad, por ejemplo los realizados por la OCDE, utilizan la misma metodología y categorías. E incluso hemos encontrado informes realizados por think thanks que pese a utilizar otras categorías también tienen en cuenta o, cuando menos mencionan someramente las ocupaciones de los cuidados.
Por ello, se puede afirmar que la mayoría de los informes realizados sobre la robotización y la digitalización del empleo y proyecciones de futuro tienen en cuenta, aunque sea muy parcialmente, las ocupaciones de los cuidados. Asimismo, todos ellos coinciden en que el trabajo de cuidados, bien sea en la infancia, en la educación, en el área de la salud o para el caso de la denominada tercera edad, en todos y por razones obvias, los procesos de digitalización o robotización van a ser menores que en la mayoría de los empleos u ocupaciones.
¿Y entonces? ¿La sociedad envejece, se van a necesitar más cuidados, las ocupaciones relacionadas con ello no van a ser absorbidas por el trabajo mecánico o digital y todo ello no aparece en los medios? ¿Se está escondiendo uno de los más importantes empleos del futuro, no sólo por la importancia que debieran de tener los cuidados en una economía al servicio de las personas, sino también por el número de personas que van a ser necesitadas para ello en el futuro? Efectivamente, aparece en los estudios, pero desaparece en los media del establishment. De la misma manera que hemos afirmado que aunque sea de forma ínfima la realidad de los cuidados aparece en los estudios académicos o técnicos, hemos de denunciar también que éstos son invisibilizados totalmente tanto en la (re)presentación pública de la economía actual como en las proyecciones del futuro.
Como quiera que en la actualidad y en el marco de la división sexual del trabajo (tanto el mercado de trabajo como fuera de él) la mayoría de los empleos relacionados con los cuidados son realizados por las mujeres, está invisibilización tiene incidencia directa sobre ellas. Como nos recuerda Nancy Fraser “la justicia social abarca dos dimensiones analíticamente diferenciadas: una dimensión de reconocimiento, que se refiere a los efectos de las significaciones y las normas institucionalizadas sobre las posiciones relativas de los actores sociales, y una dimensión distributiva que se refiere a la asignación de los recursos disponibles a los mismos” (Fraser, 2000). En el caso de los cuidados es evidente la inmanente relación e imbricación entre estas dos esferas con una invisibilización que tira fuertemente para abajo en los salarios de los empleos precarios de los cuidados y que borra de la valorización monetaria la ingente labor realizada mayoritariamente por las mujeres en los hogares.
Por tanto, y para finalizar: el frame que denominamos Terminator 4.0 apunta en una doble dirección. Por una parte, dispara contra la mayoría de los empleos que supuestamente van a desaparecer debido a la robotización. Este marco o frame visualiza robots quitándonos el empleo y niega en si mismo una posible y necesaria disminución de la jornada laboral. Pero, además, y por otra parte, ese mismo marco de (re)presentación del futuro silencia e invisibiliza el trabajo de los cuidados, sean remunerados o no, incidiendo directamente en la cotización social y económica de los mismos. Un frame que disparando en una doble dirección mantiene un mismo objetivo: seguir reproduciendo el actual sistema capitalista y patriarcal.
Dice Fairclough que “el lenguaje es parte importante del nuevo orden. En primer lugar, en cuanto el imponer este nuevo orden comporta un proceso reflexivo crucial que pasa por la imposición de nuevas representaciones del mundo, nuevos discursos” (Fairclough, 2000). Siendo ese el objetivo del nuevo orden, quienes luchamos y trabajamos por una nueva sociedad debiéramos de prestar más atención a dichas (re)presentaciones, denunciar sus dramáticas consecuencias y empezar, nosotros y nosotras también a (re)presentar nuevos futuros y nuevas utopías que guíen nuestro camino y labor diaria.
9/07/2019
Joseba Permach Martín, economista y sociólogo, miembro de la Fundación Iratzar
Referencias
Garcés, Marina (2017): “Nueva ilustración radical”
Fairclough, Norman (2000): “Representaciones del cambio en el discurso neoliberal”
Fraser, Nancy (2000): “Nuevas reflexiones sobre el reconocimiento”
Frey , Carl B. y Michael Osborne (2013): “The future of employment: how susceptible are jobs to computerisation?”
OCDE ( 2017): “Preventin Ageing Unequally”
Marx, Karl (1867): “El Capital”
Pérez Orozco, Amaia (2014): “Subversión feminista de la economía”
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