Rodolfo Puiggros y la construcción del peronismo revolucionario

 Publicado 2012-02-05  por 
 
Guillermo Caviasca 
 
El objeto de este artículo es presentar algunas hipótesis en torno a la  trayectoria de Rodolfo Puiggros desde su aproximación al movimiento peronista hasta su identificación como intelectual y figura pública del Movimiento Peronista Montonero en tiempos de exilio. Nos centraremos fundamentalmente en los temas sobre los cuales el trabajó e insistió polémicamente en tanto intelectual comprometido en construir un nuevo “bloque histórico”.
 
Planteaba Gramsci en sus notas que “si la relación entre intelectuales y pueblo-nación, entre dirigentes y dirigidos, entre gobernantes y gobernados, es dada por una adhesión orgánica en la que el sentimiento pasión se vuelve comprensión y por lo tanto saber, solo entonces la relación es de representantes representados y se produce el intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados (…) o sea se realiza la vida de conjunto que es la única fuerza social, se crea el bloque histórico”[1]. Mostraremos como Puiggros “buscó” soldar a través de una ideología coherente un nuevo bloque mediante un doble movimiento teórico. Este doble movimiento consistía, por un lado, en presentar conclusiones históricas mediante las que el peronismo aparecía como una etapa en el desarrollo de la revolución democrático-burguesa y que después de 1955 debía evolucionar hacia concepciones marxistas y hacia hegemonía obrera. Mientras que el segundo movimiento teórico complementario del anterior consistía en presentar una serie de categorías que permitían una interpretación de la historia Argentina y del peronismo en particular desde una matriz marxista que incorporaba la realidad peronista en forma positiva.

Plantearemos la posible influencia de las ideas de Puiggros en la izquierda peronista, especialmente en guerrilla. Tomaremos para ello la idea de “afinidades electivas” de Raymond. Williams a través de la cual identificaremos algunos de los fragmentos del pensamiento del intelectual que fueron tomados por el peronismo revolucionario para construir su método de análisis y su visión del pasado. También buscaremos presentar las posibles influencias que operaron sobre Rodolfo Puiggros para construir algunas de sus ideas fuerza.

En este sentido pensamos como Christopher Hill que para “estar dispuestos a matar o a dejarse matar, la mayoría de los hombres necesitan creer intensamente en un ideal[2] y que ese ideal debe buscarse en corrientes de pensamiento que más explícitas o menos visibles fecundan las raíces de las ideas y esperanzas que mueven a los hombres. Siguiendo a Hill no creemos necesario buscar un árbol genealógico de ideas y construir un entramado que explique, por ejemplo, al pensamiento maduro de Montoneros y ubicar allí en un casillero a algunas idas de Puiggros. Por el contrario la idea de “influencia” nos parece complementaria de a de “afinidad electiva” para avanzar en nuestro objetivo. Es por esto que tomaremos a Puiggros en su conjunto y de ese conjunto veremos algunas de sus propuestas más exitosas en ser asumidas como base intelectual de la izquierda peronista.
 
De esta forma consideramos a Puiggros como un intelectual que proviniendo de la ortodoxia comunista aparece en los sesentas como parte la nueva izquierda. Y que busca transformarse en intelectual orgánico de un movimiento peronista del que cree que necesariamente deberá devenir en revolucionario. En esa lucha ideológica contra su pasado y contra el peronismo formal va transitando el camino que lo conduce hacia el espacio político hegemonizado por Montoneros.
Dice Hill que “los sistemas intelectuales que cumplen un papel importante en la historia (…) deben su éxito a que responden a necesidades de grupos significativos de la sociedad en la que arraigan”. ¿Cuál era la necesidad de nuevas ideas que tenía una parte significativa de nuestra sociedad? ¿A qué se debía esa necesidad? Presentaremos en nuestro trabajo (a modo de introducción) una interpretación de la situación argentina en torno a 1955 y su contradictoria influencia en el campo intelectual.
 
Consideraremos que a partir de algún momento entre 1955 y 1960 se consolida una situación de “crisis orgánica” que permaneció vigente hasta 1976. Como integrante de esa crisis se dio lo que, también siguiendo categorías de Gramsci, se llama ruptura de un “bloque histórico” o sea de la pérdida de capacidad de los sectores intelectuales dirigentes de la sociedad de ser soldadores de la estructura y superestructura, de la construcción de legitimidad de masas a un sistema político y de efectivización de la hegemonía de una clase. Es en este periodo que las nuevas corrientes intelectuales de la nueva izquierda fueron parte de un proceso (fracasado) de articulación de un nuevo bloque histórico, expresión de una nueva hegemonía. Allí Puiggros aparece como un actor dentro de la intelectualidad que busca construir una explicación del pasado novedosa y una interpretación de presente histórico capaz de ser la ideología que soldara una vanguardia con las masas obreras del movimiento peronista.
 
Como complemento consideramos que el pensamiento de la nueva izquierda  germina y madura en un periodo de una década y media que va desde 1955 a 1969. Un periodo que (en términos leninistas) estaría enmarcado por dos situaciones de crisis revolucionaria o prerrevolucionaria. Los bombardeos a Plaza de Mayo cuando Perón tuvo en sus manos la posibilidad de resolver revolucionariamente la crisis política y económica (y que conscientemente evitó)[3]. Y 1969 cuando la intervención de las masas obreras en diferentes lugares del país hizo imposible la gobernabilidad de la dictadura; articulado esto con una radicalización de las masas estudiantiles y de la juventud en general. Es en ese momento cuando diferentes estructuras políticas avanzarían en tareas concretas (militares, políticas, sindicales, culturales, etc.) que materializaron las hipótesis renovadoras.
 
Varias son las ideas centrales del pensamiento de Puiggros que consideramos influyentes. Nosotros tomaremos las que dieron lugar a mayor debate. Estas fueron la tesis de que los españoles  y portugueses trajeron a América  el modo de producción dominante en la península: el feudalismo, enfrentando con este planteo a los que sostenían que América había sido incorporada al mundo del “capitalismo comercial” naciente. La tesis de las “causas internas”, con la que Puiggros enfrentaba al resto de la izquierda tradicional poniendo el centro del desarrollo histórico en el país. La interpretación del peronismo como etapa democrático burguesa en la lucha por el socialismo, tesis que le permitía permanecer fiel a las concepciones marxistas etapistas. Su reivindicación de los movimientos nacionales antiimperialistas como sujetos propios o “causas internas” desconocidos por la izquierda. Y el énfasis en el movimiento teórico de los particular a los general con el que sustentaba filosóficamente las tesis anteriores. 
 
Todas estas concepciones estaban en el origen del pensamiento de Puiggros, la matriz interpretativa central no variará sustancialmente desde su periodo inicial en el Partido Comunista hasta su acercamiento a Montoneros y esto se ve claramente en su intransigencia frente al rol de Juan Manuel de Rosas. No podemos dejar de moderar esta afirmación ya que en ciertos periodos se acentuará su nacionalismo y en algunos trabajos aparecerán nuevos y determinantes elementos como la presentación de la tesis de las causas internas en 1956. Pero consideramos que estos cambios fueron parte de su evolución teórica o consecuencias del asentamiento sobre el piso en el que se edificaba su opción como intelectual orgánico: el peronismo.
 
Nos remitiremos al analizar el pensamiento de Puiggros a través de la Historia crítica de los partidos políticos argentinos, editada por primera vez en 1957 (pero estudiamos su edición final). Y a El proletariado en la Revolución nacional. También complementamos con dos polémicas que nos parecen centrales: la primera con Arturo Jauretche en 1957 sobre la naturaleza del frente de liberación y la segunda con André Gunder Frank en 1965 sobre los modos de producción en América latina. Estas obras encierran para nosotros el pensamiento acabado de Puiggros. Igualmente el resto de su bibliografía, artículos y documentos complementan nuestro estudio.
Para pensar la influencia del pensamiento de Puiggros sobre la izquierda peronista nos remitiremos a los documentos fundamentales de la guerrilla en tanto materiales teóricos o internos. La serie de dos artículos conocidos como “entrevista a las FAR” de Cristianismo y revolución de 1970 y “nuestra respuesta a los compañeros del ERP” de 1971 aparecido en Militancia en 1973. La “Charla que la conducción nacional baja a los frentes” de Montoneros en 1973. Y el Manual de instrucción para oficiales y soldados del ejército montonero de 1976.
 
Utilizaremos en este trabajo la categoría “nueva izquierda” para referirnos indistintamente a todas las formaciones políticas y culturales que surgen a partir de la ruptura de la hegemonía del Partido Comunista y el Partido Socialista en la segunda mitad de los cincuentas y que reciben la influencia ideológica de la revolución cubana, la revolución china y las luchas de liberación nacional, se definan estas peronistas o desarrollen sus actividades políticas y culturales enfrentadas al peronismo. Cuando hablemos de Nueva izquierda en términos genéricos nos referiremos al conjunto de intelectuales, partidos políticos y organizaciones guerrilleras. Cuando hablemos de los específicamente peronistas lo aclararemos. En nuestro trabajo asumimos que todas las formaciones de la nueva izquierda provinieran del peronismo, adscribieran a éste desde el marxismo, permanecieran fuera o enfrentadas a este movimiento, compartían un ideario común y objetivos que las emparentaban. Todo este espacio se definía por el socialismo, creían en la posibilidad de construir la nueva sociedad en un tiempo histórico mesurable, criticaban la idea de la izquierda tradicional de la necesidad de una larga etapa de revolución democrático-burguesa y concebían a la violencia revolucionaria como una necesaria forma de expresión política o la aceptaban como normal.
Antecedentes y contexto previo
 
Vemos que para 1955 madura una profunda crisis del campo político tradicional. En 1955 el campo político e intelectual expresaba a una sociedad y a una visión del mundo superada tanto en el contexto mundial como por las transformaciones de la sociedad argentina. Era expresión de formas políticas, sociales y económicas superadas. Entonces la elite política e intelectual argentina demuestra incapacidad de ser expresión coherente de la nueva sociedad que fue madurando los 20 años anteriores. UCR, PS, PC eran partidos con concepciones de intervención política y comprensión de la sociedad cuyo marco de referencia era la Argentina pre-peronista. En realidad para muchos de los que lo condujeron y se sumaron a él, el golpe cívico-militar de 1955 expresaba claramente su deseo de convertir el periodo 45-55 en un paréntesis olvidable en la “normalidad” previa a la que se buscaban volver. Solo algunos grupos de jóvenes aún bajo la influencia de los partidos tradicionales antiperonistas mostraban algunas inquietudes nuevas[4] y una minoría de intelectuales de izquierda (dentro de los cuales se encontraba Puiggros) cuyo predicamento a favor de una mirada comprensiva del peronismo tenía aún poco éxito.
 
El mismo peronismo, que fue una reacción frente a esa argentina oligárquica y excluyente, expresaba concepciones que podemos encuadrar dentro del ideario del populismo de masas latinoamericano. Se proponía dar respuesta a arcaísmos sociales aberrantes y encrucijadas económicas de un país capitalista dependiente, con un sistema político cerrado. Pero las concepciones del mundo en las que el peronismo se basaba, la armonía social dentro de un sistema de clases capitalista, tuvieron condiciones de éxito muy precisas.  La situación de posguerra con condiciones de relajamiento de la presencia de los Estados más poderosos en los asuntos de la periferia generaron condiciones económicas favorables para un país como Argentina en el cual estaba pendiente y había espacio para la transformación de talleres en industrias nacionales. En ese periodo de tiempo durante el cual las contradicciones del ciclo económico agrario industrial no estallaron y el mercado interno en expansión pudo ser sustentado desde políticas de Estado, el modelo funcionó con beneficios para todos los miembros de la alianza. Pero las contradicciones no fueron fácilmente armonizables avanzados los cincuentas ya que dependía de importantes concesiones a los trabajadores. La ideología peronista del frente de clases y La comunidad organizada[5], más su fuerte dependencia del apoyo obrero, le impidieron responder sin violar sus propias premisas[6].
 
El golpe y luego la proscripción le evitó al movimiento de Perón el desafío de tener que afrontar los cambios que la nueva situación imponía[7]. En la oposición y clandestinidad las respuestas radicales ensayadas por los militantes e intelectuales no debían superar el desafío de mostrarse coherentes con el peronismo en la administración estatal y podían especular con que Perón resolvería la encrucijada del sistema peronista a favor de los trabajadores o sea hacia el socialismo (o alguna forma de avance hacia ese objetivo). La crisis del peronismo como proyecto nacional tenía algunos elementos visibles ya en los primeros cincuentas, no solo en lo económico, sino también en lo político. Esto es fundamental ya que si ponderamos la crisis económica cuyo epicentro fue el año 1952 con las posteriores hasta la actualidad, veríamos que todas tuvieron elementos comunes (déficit de la balanza de pagos internacional por desequilibrio entre precios agrícolas e industriales) pero el grado de penuria sufrido por la población trabajadora fue sin dudas menor, lo que muestra una capacidad mayor de amortiguamiento del sistema peronista.
 
El movimiento liderado por Perón obtuvo desde que accedió al gobierno más del sesenta por ciento de los votos en todas las elecciones. Esto era una expresión estadística de un cambio más profundo que afectó principalmente a los partidos de izquierda: habían visto deteriorada fuertemente su vinculación orgánica con la clase trabajadora. Y también al partido radical que dejo de ser el movimiento de masas imbatible electoralmente para quedar arrinconado en un porcentaje del electorado representativo de la clase media. A pesar de todo vemos que los partidos políticos se mantuvieron hasta 1955 cubriendo el conjunto del espectro político nacional. Lo paradójico para las fuerzas políticas y sociales opositoras y el grueso de la intelectualidad fue que una vez eliminado el peronismo del Estado, su presencia de masas debía desaparecer (como en cualquier movimiento fascista) y las cosas volverían a la normalidad, y eso no sucedió.
 
La izquierda frente al golpe
 
Para la relevancia de nuestro estudio vemos que hasta 1955 la mayoría de la opinión se canalizaba por los partidos existentes. Para la izquierda (de la cual saldrían en el futuro inmediato muchos militantes de la Nueva izquierda) sus expresiones mayoritarias el PC y el PS habían disminuido notoriamente su influencia en el movimiento obrero. El PC que desarrolló una política menos centrada en el antiperonismo (al menos en su práctica de base) y más relacionada con los intereses inmediatos de la clase obrera,  aun continuaba teniendo alguna presencia. Esto lo colocó en mejores condiciones de afrontar un política cercana a los trabajadores en el periodo que se abría en el 55 (además fue también víctima de la represión). Esto sería imposible de pensar para el PS cuyo antiperonismo lo llevó a asociarse a cuanta dictadura apareciese en la historia hasta la década del ochenta, asaltando sindicatos y proveyendo funcionarios a los gobiernos que buscaban recortar el poder y las conquistas obreras, transformándose así en un partido marginal y totalmente ausente en el movimiento obrero. Esta situación lo transformó en una de las fuentes de jóvenes militantes que engrosarían las filas de la nueva izquierda.
 
Elias Semán, Alexis Latendorff, Ricardo Moner Sans entre otros fueron parte de esa corriente juvenil del partido que cambió los parámetros de lectura política e histórica y se enfrentó a la vieja dirigencia socialdemócrata y conservadora. En 1958 división del PS entre PS democrático (con la dirigencia mas conservadora y antiperonista a la cabeza Repetto, Ghioldi) y PS argentino (con la juventud y algunos dirigentes tradicionales como Alicia Moreau de Justo y Alfredo Palacios) en 1960 la fracción pro cubana del PS argentino lanza la revista Che y en 1962 se crea el PS de vanguardia escindido del PS argentino que llama a votar a los candidatos del peronismo (Framini) en Provincia de Buenos Aires y Capital Federal que le valdrá disidencias (como la de José Luis Romero). Finalmente en 1965 Elias Semán y Rubén Kritscausky fundarán Vanguardia Comunista adscribiendo a posiciones pro chinas. Otro grupo juvenil que tuvo sus raíces en el fraccionamiento del PS fue el encabezado por Arturo Lewinger (futuro dirigentes de FAR) que hará sus primeros pasos en la militancia en el PS argentino antes de sumarse al grupo de Silvio Frondizi.
 
Para el caso del PC podemos notar que más allá del antiperonismo de la vieja guardia comunista, la política del PC en argentina fue también expresada por el empresario José Ber Gelbard. Fue el referente de la CGE durante los 50  (Confederación General Económica, entidad empresaria creada por el peronismo para constituir una burguesía orgánica a su proyecto) y ministro de economía de Perón en el 73/74. Desde estos lugares el empresario y hombre del partido comunista impulsó políticas que tendía a lograr la acumulación de capital para la burguesía nacional (congreso de la productividad en el 55 y pacto social en el 73). El PC manejaba fondos de inversión, instituciones de crédito, cámaras empresariales y rurales. Llegó a ser el quinto grupo económico nacional. Gelbard pretendía expresar una nueva hegemonía dentro de la burguesía con un empresariado nacional apoyado o ligado al Estado y fijar los términos de las relaciones con el gran capital. Sorprendentemente la política del PC era la que en los cincuentas defendía Arturo Jauretche y criticaba Puiggros, el movimiento nacional como una pirámide con la burguesía nacional en su cúspide y los trabajadores en su base.
 
En el periodo pos 55 el PC es víctima de una permanente sangría de militantes principalmente de los sectores juveniles. Permanecía atado a las concepciones y practicas de una burocracia de tipo estalinista atada a dogmas indiscutibles que lo llevaron a enfrentar al peronismo junto a la UD. La resistencia  obrera y la ofensiva antipopular, las revolución cubana, la revolución China no impactaron en la conducción comunista más que para refutar el mensaje renovador de las mismas. Esto solo abrió la puerta para la radicalización de muchos jóvenes antes estructurados dentro del PC.  El Partido se mantuvo inconmovible afirmándose en sus principios tradicionales, denunciando todo intento renovador como desviación (populista, guerrillerista, etc.) y reafirmando su lealtad a la URSS y su concepción de revolución por etapas. Es fácil de comprender como en un clima de agitación política e ideológica un partido proclamado comunista sufrió enormes sangrías solo mitigadas por la fuerza de su poderoso aparato y sus enormes recursos económicos basados en su predicamento (paradójicamente) en sectores de la burguesía. De esta forma solo ofrecía a sus militantes una visión gorila y reformista de la sociedad que lo alejaba de la clase obrera y por otro lado construía fuertes lazos con fracciones de la burguesía e impulsaba políticas que la fortalecieran.
 
Varios hitos son fundamentales para comprender el desbarranque de la izquierda clásica: En el plano nacional el 55, año de fuerte agudización de las contradicciones políticas que condujeron al golpe reaccionario antiperonista que ubicó a la izquierda clásica enfrentado a la clase trabajadora (problema que venía arrastrando desde 1945, pero que en el pos 55 estalla al quedar todo el campo político vinculado con un gobierno claramente “a la derecha” del peronismo). Esto genera un terreno fértil para la renovación ideológica de la izquierda, para la radicalización de grupos peronistas y para el procesamiento positivo y vehiculización en actores locales de nuevas experiencias externas.
 
En el plano internacional es la época de la Revolución China, la Revolución Cubana, el crecimiento y triunfo de muchos Movimientos de Liberación Nacional, el desarrollo de guerrillas en América Latina, un intenso debate intelectual en el seno del campo de la izquierda mundial[8] y el comienzo de la invasión yanqui a Vietnam. Así  se sumaron nuevos elementos de tensión a las tensiones nacionales ya suficientemente importantes. La revolución cubana fue el más importante elemento externo que rompió con todos los esquemas previos de estrategia política izquierdista. La ruptura chino-soviética profundizo el debate acerca de la justeza de la línea emanada de la URSS, las políticas nacionales de los PC, el evolucionismo y la idea de convivencia pacífica
 
El más influyente de los procesos internacionales fue el cubano. La revolución cubana marcó un antes y un después en el modelo de revolución latinoamericana. La crisis desatada en el mundo de la izquierda a causa del apoyo al golpe y profundizada con el fracaso del frondizismo como experiencia “izquierdista” de desarrollo, encontró en Cuba un programa o al menos un ejemplo con el cual ver un horizonte. En Cuba primero como camino antiimperialista, y marxista después de la segunda declaración de La Habana, los militantes e intelectuales encontraron un lugar desde donde justificar en una experiencia concreta, una perspectiva de construir una nueva teoría política revolucionaria local y renovar desde un lugar de autoridad las concepciones de la izquierda que se asumían caducas. El nuevo escenario planteado por Cuba produjo una eclosión de la izquierda, y aún tuvo gran influencia en la filas del peronismo, ya que la experiencia del Movimiento 26 de julio era “comunicable” a marxistas, nacionalistas y peronistas.
 
Situación revolucionaria y crisis orgánica
 
La incapacidad del sistema peronista de dar respuesta en sus términos a la nueva situación económica y política en los 50, provocó su caída. Pero los términos de la alianza golpista, como vimos, no podían llevar adelante una solución distinta, por el contrario una parte importante de esa alianza pretendía retrotraer la situación al pre-peronismo (esta es la base de ideario del núcleo duro del gorilismo que aún persiste en sectores de la sociedad civil).
Esto dio lugar, a su vez, a lo que se manifestaría en los años siguientes como “crisis orgánica”. El fracaso del proyecto desarrollista de Frondizi en el 58 agudizó esta situación ampliando la ruptura de los partidos con sus representados, especialmente con amplias franjas de la intelectualidad. ¿Qué implicaba esta crisis orgánica? la ruptura entre las clases y sus representantes políticos, entre la sociedad civil y el Estado, entre la estructura y la superestructura. Dice Gramsci que "Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo «dominante», deten­tadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diver­sos fenómenos morbosos". Es la ruptura de un “bloque histórico” que permitía el funcionamiento del sistema.
 
O sea cuando las clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad, desarrollar las fuerzas produc­tivas, se produce la crisis orgánica que es la traducción estructural de una crisis de hegemonía: es el resultado de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las estructuras y la ausencia de una evolución simul­tánea de las superestructuras[9].
 
Pero para que esta situación de crisis orgánica madure en revolución debe existir (según el italiano)  una fuerza políticamente organizada consciente de sus objetivos: "El elemento decisivo de toda situación es la fuerza per­manen­temente organizada y predispuesta desde largo tiem­po, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la medida en que una fuerza tal existe y está impregnada de ardor com­bativo). Es por ello una tarea esencial la de velar sis­temática y pacientemente por formar, desarrollar y tor­nar cada vez más homogénea, compacta y consciente de sí misma esa fuerza"[10]. En este sentido Gramsci considera la necesidad de una vanguardia política, el partido que le dé a la clase obrera la posibilidad de materializar su hegemonía superando en forma revolucionaria la crisis orgánica. Allí en los intersticios donde se deberían articular las clases populares y las estructuras de conducción del Estado-nación es donde se juega el rol de la intelectualidad de la nueva izquierda. Es el lugar de generación de una ideología que “suelde” a una nueva clase hegemónica con estructuras de dirección política revolucionaria creando un nuevo “bloque histórico”. La maduración de la nueva izquierda fue parte de ese proceso. Un proceso que no lograría parir un nuevo “bloque histórico” pero que produjo una nueva situación revolucionaria a partir de 1970 en la que floreció la lucha de la clase trabajadora y crecieron las dos más importantes organizaciones revolucionarías argentinas Montoneros y el Partido Revolucionario de las Trabajadores. Y es en ese lugar donde ubicamos a Rodolfo Puiggros.
 
            Después de 1955 comenzó un proceso de revisión por parte de círculos intelectuales y militantes encuadrados hasta entonces en la izquierda tradicional (y también en el nacionalismo como el caso de, entre otros, Rodolfo Walsh). Varias causas pueden ser identificadas. Una de ellas es que a pesar de la obtusa y caprichosa visión del antiperonismo, el peronismo no era un fenómeno pasajero, una desviación del curso normal de la historia producto de la abundancia de recursos del Estado y la demagogia del tirano. Segundo que la marginalidad a que la izquierda había sido reducida en su propia base social debía buscar explicaciones exteriores a la “represión peronista” y la cooptación de dirigentes sindicales. Explicaciones que debían ser estructurales, de transformaciones en la sociedad, y requerían una interpretación y un accionar acorde a la nueva realidad[11]. Los pequeños núcleos de intelectuales izquierdistas que había visto con buenos ojos al peronismo pudieron encontrar a partir de allí una audiencia que durante el propio periodo de Perón no tuvieron. Es sin dudas la época en la que saltan a la fama y multiplican su audiencia intelectuales identificados como marxistas como Hernández Arregui, Carlos Astrada[12], Eduardo Astesano[13] y Puiggros. 
 
            La crisis de hegemonía pos cincuentaicinco puede ser leída como una agudo proceso de lucha de clases (burguesía-proletariado), pero que en lo político y cultural se expresaba como enfrentamiento peronismo-antiperonismo. Es claro para nosotros que la lucha peronista de esos años fue  principalmente lucha obrera contra la ofensiva patronal y que esta lucha fue la que permitió mantener vigente el liderazgo de Perón. Justamente esta afirmación encierra dos contradicciones. Una, que muchos miembros de corrientes de izquierda antiperonista tomaban nota de que había apoyado o depositado cierta expectativa en un movimiento como el que derribó a Perón cuya naturaleza demostró ser profundamente anti obrero y en sus vertientes más reaccionarias un intento de vuelta imposible al pasado. El segundo punto que asomaba era que, a pesar de ser esencialmente obrera la resistencia peronista al régimen, esta se expresaba políticamente en la lucha por el retorno de Perón y el proyecto del general proyecto no había sido obrero ni socialista.
 
Entonces los que buscaban ser parte de una lucha por la transformación social y habían apoyado el golpe se encontraban en la vereda de enfrente de la clase obrera, junto a lo mas reaccionario de la sociedad; mientras que la clase obrera resistía desde un bloque homogéneo y combativo pero desde el peronismo. Para responder a esta contradicción que enfrentaba la izquierda y el mismo movimiento obrero radicalizado s(in que implicara aceptar como límite a la ideología expresada por Perón en la Comunidad organizada de conciliación de clases para el desarrollo de un capitalismo nacional “justo”) cobraron fuerza las propuestas interpretativas de los marxistas que contemplaban al peronismo como una fase progresista del desarrollo capitalista argentino y planteaban la posibilidad de su autosuperación.
 
            La abrupta caída del poder sin resistencia apreciable por parte de los estamentos dirigenciales del movimiento, sindicales o políticos, fue un signo de la incapacidad del movimiento de actuar frente a los nuevos tiempos. Incapacidad de la que Puiggros tomaba nota al concebir el agotamiento de una etapa necesaria pero ya superada de desarrollo burgués progresista. Si se hacia un análisis estructural de la economía argentina, analizaba Puiggros, saltaba a la vista los límites del desarrollo capitalista emprendido por Perón[14].
 
El cincuentaicinco se planteaba al interior del peronismo como una encrucijada. La necesidad planteada por el capital de mantenimiento de la producción (renovación de maquinaria) y fomento de la industrialización pesada (industrias básicas y de bienes de capital); y paralelamente, el mantenimiento de la alianza con la clase obrera y el sostenimiento de las relaciones de producción en la industria y el campo. La respuesta a ese problema era la base en la que se sustentaba la relectura que se elaboraría del peronismo por parte de militantes y dirigentes que cobrarían dimensión en las luchas contra las políticas de las décadas siguientes. Las enseñanzas y conclusiones se sacaran del análisis de esa encrucijada daría cuenta de en que corriente peronista (o externa al peronismo) se ubicarían hasta  1973 los militantes de la nueva izquierda. Y es dentro de estas respuestas que la lectura puigroseana de la historia argentina, del peronismo dentro de ella y la tesis de las causas internas funcionó como uno de los elementos que dieron forma y sustento teórico a la concepción del “verdadero peronismo”.