“El marxismo crítico de Adolfo Sánchez Vásquez”: Néstor Kohan

 

RESUMEN

El pensamiento marxista en América Latina, tiene en Adolfo Sánchez Vásquez uno de sus máximos exponente. Analítico, crítico y reflexivo, este compatriota ha realizado una interpretación y actualización de Marx de extraordinario valor para la teoría social y la realidad política de nuestras sociedades; es más, enfrenta con total acierto las críticas del pensamiento único y el escepticismo epistemológico de la postmodernidad.

La euforia terminó. Han pasado varias décadas desde el bochornoso derrumbe del Muro de Berlín y de la cultura filosófica y política que lo legitimó. El debate resurge. ¿Quién se acuerda hoy del triunfalismo liberal del filósofo-funcionario Francis Fukuyama? ¿Dónde ha quedado arrumbado el metarrelato legitimador del supuesto “fin de la historia”? Las discusiones sobre Marx y su herencia, sobre la revolución –fantasma, topo y espectro– y sobre la emancipación, vuelven a ocupar hoy el centro de la escena filosófica. Hasta Jacques Derrida, padre intelectual del desconstruccionismo, le dedica un libro a Marx y le replica al pragmático norteamericano Richard Rorty que: “La emancipación vuelve a ser hoy una vasta cuestión. No tengo tolerancia por aquellos –desconstruccionistas o no– que son irónicos con el gran discurso de la emancipación. Esta actitud siempre me ha preocupado y molestado. No quiero renunciar a este discurso”1. Nuevamente volvemos a empezar. En ese contexto, entonces, nada más oportuno que releer a Adolfo Sánchez Vázquez. Su obra representa para nosotros, marxistas argentinos de algunas generaciones posteriores, el despertar –en palabras de Kant– del sueño dogmático, la quiebra de esa “envoltura ontologizante” que había petrificado mundialmente la filosofía del marxismo tras el congelamiento de la revolución bolchevique en los años treinta.

Hay silencios y ausencias que resultan sintomáticos. ¿Por qué en Argentina hasta ahora no se lo había editado ni se lo leyó sistemáticamente? La razón principal consiste en que tanto en la izquierda tradicional como en la nueva izquierda predominaron los rudimentarios manuales escolásticos del DIAMAT y el HISMAT (materialismo dialéctico e histórico en versión soviética), así como los de factura althusseriana de Marta Harnecker. Hubo excepciones, sí, pero nunca llegaron a predominar.

No podemos soslayar que a pesar de todo eso existieron recepciones fragmentarias y marginales de Sánchez Vázquez en revistas como Nuevos Aires en los ‘70 o Praxis en los ‘80. Pero más allá de estos casos aislados, el gran obstáculo para su difusión argentina fue sin duda tanto la antigua hegemonía del stalinismo político como la cerrazón doctrinaria de la Academia universitaria local, reacia a cualquier ventolina que osara cuestionar o remover su tufo sofocante y dogmático.

Ahora bien, este injusto silencio argentino sobre la obra de Sánchez Vázquez no fue el único. Por ejemplo Perry Anderson, a pesar de su erudición enciclopédica y de su característica rigurosidad (rayana en la obsesividad, sin duda imprescindible para cualquier investigador serio), inexplicablemente no lo menciona ni en Consideraciones sobre el marxismo occidental (1976) ni tampoco en Tras las huellas del materialismo histórico (1983), sus dos principales reconstrucciones del itinerario de Marx en el pensamiento occidental. Y eso que podría haber tomado en cuenta que Sánchez Vázquez es español de origen y que participó en la guerra civil española (aunque su obra filosófica se haya desarrollado en su exilio de México). Ese sorprendente e injustificado agujero negro, fue parcialmente remediado por Michael Löwy, quien si bien tampoco lo incluyó en su antología El marxismo en América Latina (1980) –porque esta obra no estaba centrada en la filosofía sino en el debate sobre el carácter de la revolución latinoamericana– sí lo reconoce en 1985 junto a Lukács, Bloch y Benjamín como uno de los principales pensadores que supo poner en el centro del marxismo tanto la negatividad de la praxis anticapitalista como el sueño revolucionario del futuro sin el cual no existiría ninguna lucha presente.

Creemos que aquel silencio de Anderson resulta injustificado porque precisamente la obra de Sánchez Vázquez se sitúa en el centro mismo del marxismo occidental. No sólo porque fue el introductor al castellano –en la colección “Teoría y praxis” de editorial Grijalbo que él dirigió– de marxistas “heréticos” e indigeribles para el stalinismo como Mihailo Markovic y Gajo Petrovic, agrupados en torno a la revista yugoslava Praxis o también de los pensadores checos Jindrich Zeleny y Karel Kosik, sino además por la tonalidad de sus propias tesis reunidas en su Filosofía de la praxis (1967).

El-marxismo-critico-de-Adolfo-Sanchez-Vasquez

Utopía y Praxis Latinoamericana Año 7. Nº 18 (Septiembre, 2002). Pp. 101-107

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