Dante Castro
La periodista Vicky Peláez fue quien revolucionó el reportaje de calle en la televisión peruana. Comenzaban los turbulentos años 80 y la prensa devuelta a sus propietarios, más el retorno a la democracia representativa, sacudieron las ataduras impuestas a los medios por la dictadura militar de Morales Bermúdez. La propiedad de los medios de comunicación estaba en manos de sus patrones derechistas, pero los periodistas casi todos eran de izquierda. De las escuelas de periodismo egresaban profesionales identificados con los intereses del pueblo (no como ahora, pues). Y entre ellos destacó la cuzqueña Vicky, con suficiente audacia para bajar hasta las mismas puertas del infierno si era necesario.
Una tarde, a fines del 2° gobierno de Belaúnde, fue secuestrada por un comando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y el precio de su liberación fue que Canal 2 pasase el reportaje completo para toda la teleaudiencia a nivel nacional. El MRTA anunciaba el inicio de su campaña guerrillera con la recuperación de la espada y la bandera original del libertador José de San Martín. Los encapuchados, portando moderno armamento de guerra, rodeaban a Vicky Peláez e ilustraban a los televidentes sobre el programa tupacamarista.
Cuando Vicky fue liberada por sus captores, los servicios de inteligencia, mucho más desorientados que los de hoy, la comenzaron a seguir y a grabar con la finalidad de demostrar su complicidad con el MRTA. Todos los que conocíamos a Vicky, sabíamos que ésa no era su opción política. Tuvo que mudarse a otras tierras y buscar otros climas dónde ejercer el periodismo crítico y de investigación sin ser perseguida. Así llegó a Estados Unidos de Norteamérica (EEUU) no para aliarse con los yanquis, sino para manifestar su posición inclaudicable frente a toda injusticia, venga de donde venga.
(Esto hay que aclararlo, no vaya a ser que cualquier desorientado, torpe e ignorante ultra de pasillo universitario, saque por conclusión que Vicky Peláez, por trabajar en un diario de EEUU, "se vendió al imperialismo" . No imbéciles, eso no es así.)
Nos encontramos en 1992 siguiendo cursos de postgrado de Literatura Latinoamericana en La Habana, Cuba. Le conté que conocía a su esposo Juancho Lázaro, porque habíamos practicado karate en el dojo Zen Bu Kan, por varios años, bajo la dirección del sensei Koichi Kokubo. Y también le conté que en ese mismo dojo practicaba karate, junto a nosotros, un silencioso abogado que después identificamos como Vladimiro Montesinos. Nos reímos mucho de las casualidades de la vida.
La intención de Vicky en La Habana no era solamente estudiar literatura, sino principalmente buscar la cura para el cáncer que padecía su hermana, también condiscípula nuestra. Nunca llegué a saber si lo logró. Espero que sí. Que quede claro que no fue a Cuba por motivos de espionaje, como podría sospechar cualquier minusválido mental proclive a creer las mentiras del imperialismo.
Vicky ya trabajaba de periodista en aquel diario de Nueva York donde no necesariamente imperaba una línea de izquierda, sino un clima absolutamente pluralista. Criticó duramente el bloqueo anticubano, a pesar de tener colegas opositores en esa tribuna. Sus artículos e investigaciones ponían al descubierto las maniobras belicistas de los halcones yanquis, denunciaban las violaciones a los derechos humanos y destapaban casos de corrupción.
Una de las veces en que regresó al Perú, me fue a visitar a la revista Caretas, donde trabajaba. Tomamos helados de lúcuma (no hay en Nueva York), recordamos La Habana y me dio varias pistas a seguir por escándalos de corrupción en el INC de Lima y del Cuzco, como que el centralismo se llevaba las ganancias que obtiene el Cuzco por turismo. Gracias a ella entrevisté al presidente regional y constaté los hechos. Fue mi artículo de la semana.
Años más tarde, una amiga sanmarquina quiso ir a trabajar a EEUU como periodista; ya lo había hecho en Colombia, en pleno ojo de la tormenta, y quería retornar al vuelo internacional. Le recomendé que visitara a Vicky Peláez en Nueva York. Al mes me escribía diciéndome que Vicky la presentó a sus directores y ya trabajaba para ese diario.
No fue lo mismo conmigo, pues tanto Vicky como nuestra común amiga peruana y sanmarquina, me recomendaban que fuese corresponsal de ese medio. Pero quien me tenía que aprobar como corresponsal era nada menos que un cubano emigrado a EEUU. Por supuesto, como lo hubiese hecho cualquier cubano exiliado, no me aprobó.
La chamba me habría venido muy bien. Eran los días en que el general Miyashiro difundió la especie calumniosa de que Dante Castro, igual que sus amigos, era miembro de la red terrorista del las FARC en el Perú. Caretas no me expulsó, pero jamás volvieron a darme página ni comisiones. Sin página para contestarle a Miyashiro, opté por retirarme voluntariamente. Pero no vale la pena recordar mis hondos y mortales naufragios profesionales, sino referirnos al caso que envuelve hoy el nombre de la gran cuzqueña Vicky.
A Vicky Peláez la están procesando en EEUU como espía rusa. Nada más absurdo. Este teatro ha sido montado por los servicios de inteligencia norteamericanos, la CIA y el FBI, para acallar una de las voces más críticas de la prensa escrita en Nueva York. Este montaje reciclado de la guerra fría y de los tribunales macartistas se está dando en las narices del negrito "buena gente" y "democrático" Barack Obama.
Sospecho que después de hacer una campaña de desprestigio en público, le pedirán disculpas en privado y la lanzarán fuera de EEUU. Esto comenzará hoy con la audiencia pública en que leerán las acusaciones y mostrarán las pruebas. Advierto que ninguna prueba tiene el peso suficiente y que todas se reducen a simplezas y suposiciones. No hay nada más ajeno para Vicky que la Rusia post soviética. Y hace 20 años, no había nada más ajeno para Vicky que la Rusia soviética. O sea, con los rusos, nada.
Los periodistas peruanos deberíamos demostrar indignación por este macabro espectáculo y manifestarnos a favor de la dignidad de nuestra colega. Parece que muchos aún abrigan alguna duda y creen que el FBI no se equivoca o por algo hace las cosas, como Dios. Será la razón por la cual aún no se han manifestado sobre la captura de Vicky y de su esposo Juancho. La inocencia se presume, queridos colegas. No condenen con su silencio cómplice a una víctima del imperialismo.